Por lo tanto, el hombre adquiere una clara visión de la Ley Divina, la cual organiza su vida de acuerdo con la naturaleza y disposición humanas, a través de un programa y un orden evolutivo adecuados.
Al ser el hombre una criatura que posee voluntad y libre albedrío, cuyos objetivos de vida indican elección consciente, y cuyas reacciones voluntarias señalan su lucidez, Allah, Glorificado Sea, envió Mensajeros portando Sus Leyes para disponer ante el ser humano el procedimiento y el orden global que delinée su vida y actitudes, de acuerdo al propósito final de la existencia, que es evidenciar sumisión y adoración completas sólo a Allah.
Esta meta sólo puede ser llevada a cabo siguiendo sinceramente el sendero del Prudente Creador, y aferrándose a Su Mensaje, el cual fue expuesto al ser humano mediante los esfuerzos tenaces de Sus Mensajeros y Profetas.
Reflexionando en los versículos coránicos, comprendemos la esencia de esta idea, que es la de la vinculación del hombre a un orden natural y su necesidad de él. Esto es evidente en el Corán, cuando se dirige al hombre, de la manera expresada en el siguiente versículo:
«Por cierto que vuestro Señor es Allah, quien creó los cielos y la tierra en seis días; luego asumió el Trono. El envuelve la noche con el día que la sucede incesantemente. El sol, la luna y las estrellas están sometidas a Su arbitrio ¿Acaso no le pertenecen la Creación y la Potestad? ¡Bendito sea Allah, Señor del Universo!»
Sura Al-A’raf (7:54)
En este versículo el Corán explícitamente nos recuerda la hegemonía Divina sobre la existencia entera, así como la organización general del universo; de esta manera coloca al hombre dentro del marco de una existencia ordenada y coordinada, y descubre el lazo común entre “Creación” y “Potestad”, para demostrar el principio del Señorío Supremo (el cual es Soberanía, Administración y Dirección) para Allah solamente.
Esto claramente confirma que no es posible separar “Creación” de “Potestad”. Es imposible que el hombre se aparte del sistema de vida elegido para él por su Creador sin que eso implique su desvío y corrupción, ya que se alejaría del sólido sistema divino que está de acuerdo a la naturaleza existencial del ser humano.
El Corán se refiere a este vínculo legislativo-existencial en términos precisos:
«¿Acaso no le pertenecen la Creación y la Potestad? ¡Bendito sea Allah, Señor del Universo!»
Sura Al-A’raf (7:54)
«En verdad que el juicio solamente pertenece a Allah, Quien ordenó que no adoréis sino a Él. Tal es la verdadera religión; pero, la mayoría de los hombres lo ignora»
Sura Iusuf (12:40)
De este modo, al llevarnos a esta conclusión, el Corán enfatiza la esencia de la relación natural entre Creación y Legislación, para que descubramos una importante realidad ligada a la fe y al razonamiento, que: Aquel que originó la Creación, dispuso su existencia, asignó su meta y planificó su constitución, Él Mismo continúa siendo el Director Real, que designa para Sus criaturas el camino del progreso y el orden del movimiento.
Varios versículos del Sagrado Corán dan preeminencia a esta clara verdad, y nos capacitan para percibir que el principio de gobernar y mandar, o legislar y organizar, no le concierne a ningún ser humano, sino que es un asunto directamente relacionado a la Voluntad y Sapiencia del Creador.
Esto es porque organizar y legislar es una forma de relación entre el Creador y Sus criaturas, y un tipo de acción que expresa la adoración, o un estado de completa subyugación del hombre a su Señor.
Por lo tanto, la intromisión de cualquier otra parte que trate de organizar la vida humana y dictar reglas y leyes para concretar las diferentes actividades sociales e individuales, significa una asociación del poder de Legislación con Allah.
Atribuir esta autoridad (de legislar) a otro que no sea Allah sería una forma de adoración, sumisión y sometimiento a otro que Allah.
Es por esto que el Sagrado Corán dirige nuestra atención hacia esta grave e importante conclusión y advierte firmemente al hombre de no cometer este error:
«…Ciertamente que el juicio solamente pertenece a Allah, Quien ordenó que no adoréis sino a El…»
Sura Iusuf (12:40)