Suplicar a otro que a Dios no beneficia en nada. Dice el Sagrado Corán:
“Por cierto que aquellos a quienes invocáis en vez de a Dios, son siervos como vosotros. ¡Suplicadles, pues, y que os escuchen, si es verdad lo que decís…! (Corán, 7:194)
Dios guía a quien le invoca. En la sura Al-Furqan (El Criterio), se lee:
“Di`: “Mi señor no se preocuparía de vosotros si no le invocareis.” (Corán, 25:77) Y en la segunda sura del Sagrado Corán, Al –Baqarah (La Vaca), Dios revela:
“Cuando Mis siervos te pregunten por Mí, diles que estoy cerca y que escucho la oración del que ora cuando Me invoca. Que me escuchen y crean en Mí, a fin de que se iluminen.” (Corán, 2:186)
Como dijimos antes el Du’â es necesario para el desarrollo sano y pleno del ser humano y este no debe limitarse a los momentos difíciles o de peligro. El Sagrado Corán dice, al respecto, en la sura Az-Zumar (Los Tropeles):
“Cuando sufre el hombre una desgracia, invoca a su Señor, volviendo a El arrepentido. Luego, cuando El le agracia con su merced, se olvida del objeto de su invocación anterior y atribuye iguales a Dios para extraviar a otros de su camino. Di: “¡Goza un poco de tu incredulidad! Tu serás de los moradores del fuego”. (39:8) “Cuando sufre el hombre una desgracia, nos invoca. Luego cuando le dispensamos una gracia nuestra, dice: “Ciertamente que la he logrado por mi propio mérito”, ¡No! Es una prueba pero la mayoría de ellos no saben,” (Corán, 39:49)
El Sagrado Corán nos enseña, también, la forma en que suplicaron los Profetas, siendo modelos de perfección para nuestras plegarias. La mayoría de ellas comienzan con el Atributo o nombre Divino Rabbana (¡Oh Señor nuestro!). También los Ángeles y los siervos sinceros de Dios comienzan sus invocaciones con la palabra “Rabbana”. En la sura Al-Araf, el Profeta Adam –Adan- (la paz sea con él) junto con Eva (la paz sea con ella), Dicen:
“¡Oh Señor nuestro! (Rabbana) Hemos sido injustos con nosotros mismos. Si no nos perdonas y te apiadas de nosotros, seremos, ciertamente, de los que pierden.” (Corán, 7:23)
El Profeta Nuh –Noé- (la paz sea con él), en la sura que lleva su nombre, súplica:
“¡Oh, Señor mío! ¡Perdónanos, a mí y a mis padres, a quien entre en mi casa como creyente, a los creyentes y a las creyentes! ¡Y a los impíos no hagas sino perderles más!” (Corán, 71:28)
El Profeta Ibrahim (la paz sea con él) dice:
“¡Oh, Señor nuestro!, en verdad he establecido a una parte de mi descendencia en un valle inculto, cerca de tu Sagrada Casa, ¡Oh Señor nuestro!, para que observen la oración; dispón, pues en su favor, los corazones humanos y agráciales con los frutos a fin de que Te agradezcan.”
“¡Oh Señor mío! Hazme observante de la oración, así como a una parte de mi prole. ¡Oh Señor nuestro! ¡Escucha mi súplica!”
“¡Oh Señor nuestro! ¡Perdóname a mi, a mis padres y a los creyentes el día que se ajusten las cuentas!” (Corán, 14:37, 40 y 41)