Martir_Muhammad_Baqir_Sadr

Económica Islámica


Desde la óptica del Mártir Muhammad Baqir Sadr
Autor: Muhammad Al-Husaini Traducción al castellano realizada por SHEIJ Feisal Mórhell para el Centro de Cultura Islámica Santiago-Chile


La economía islámica presenta dos particularidades fundamentales que se manifiestan tanto en sus objetivos como en los medios que ha dispuesto para su materialización: el realismo y el
moralismo.
En cuanto al realismo, éste consiste en “…una economía real en sus objetivos, ya que procura en su régimen y normas los objetivos que armonizan con la realidad humana, teniendo en cuenta su naturaleza, tendencias y características generales, y tratando siempre de no ignorar el humanismo en sus consideraciones legislativas, ni de ceñirlo a ambientes extremadamente idealizados que se encuentren por sobre su facultad y capacidades. En lugar de ello, establece sus lineamientos económicos siempre en base a la visión realista del ser humano, y procura los objetivos reales que se corresponden con dicha visión”,[1] por lo que se esfuerza en materializar la justicia social, y proteger al ser humano de los diferentes tipos de pobreza y miseria; incluso se esfuerza por producir las condiciones adecuadas para su vida y para garantizar su honor y humanidad. Con eso, se diferencia del régimen capitalista que pretende la existencia de una ley natural -y espontánea- detrás de los móviles de la vida económica, para justificar las diferentes clases de codicia y explotación, y atribuir legalidad a esa situación corrupta.
Asimismo, se diferencia del régimen comunista, el cual ahoga al ser humano en un idealismo e imaginación ilimitada, mientras da albricias de la creación de esa sociedad inmaculada, y ese elevado modo de vida y paraíso terrenal.
Esto es en lo relacionado a los propósitos y metas. En cuanto a sus procedimientos y medios, el sistema económico islámico también es realista. “… Así como procura la propósitos reales y posibles de concretar, asimismo garantiza la materialización de esos propósitos de una forma
segura, real y material, y no se contenta con garantizaciones en la forma de consejos y
orientaciones como las que dan los sermoneadores y orientadores, puesto que quiere hacer efectivos esos objetivos de la mejor manera. Así, no se contenta con dele garla a la
misericordia de la casualidad y el destino, y cuando, por ejemplo, procura originar la seguridad social en la sociedad, no se vale únicamente de métodos de orientación de los sentimientos,
sino que afianza eso con la certificación jurídica que dispone la misma como de necesaria materialización en cualquier caso”.[2]

La segunda particularidad de la economía islámica es la del moralismo, el cual a su vez se ocupa no sólo de sus objetivos sino también de la vías para llegar a ellos.
La particularidad del moralismo “… está en que los objetivos del Islam que se quieren materializar en la vida económica. de la sociedad, no se basan en condiciones materiales y requisitos naturales independientes del ser humano mismo, como lo hace el marxismo al inspirar sus objetivos a partir de la situación y condiciones de las fuerzas de producción… sino que solamente considera objetivos en su condición de reflejante de los valores prácticos que desde el ángulo de la moral son de necesaria efectivización. Cuando dispone la garantización de la vida del trabajador, por ejemplo, no cree que proceda de las condiciones materiales de la
producción”.[3] Y se hace patente la particularidad del moralismo -en lo que se refiere al método- en la fe del Islam en la necesidad de originar condiciones internas y personales en la acción de materializar los objetivos y metas de la economía islámica. Por eso, “el Islam se preocupa por el factor psíquico, a través de la manera que dispone para concretar sus objetivos y metas. Así, en el método que dispone para ello, no solo se preocupa del objetivo -que es el que se cumplan esas metas- sino que significa de una forma especial unir el factor interno y el personal de manera que esos objetivos se hagan efectivos”.[4] Es así que el Islam no se contenta con tomar parte de la riqueza del rico en beneficio del pobre (como sucede con la limosna obligatoria), sino que se encarga de crear el móvil moral y el factor de bondad en el alma del mismo rico, y dispone esa práctica como una “adoración religiosa” que no se distingue del resto de las formas de devoción -en lo que se refiere al concepto de adoración y acercamiento a Dios, Glorificado Sea-, lo cual lleva a mermar el fenómeno de escapar de pagar los impuestos y cumplir con las obligaciones fiscales.
Notas: [1] As-Sadr, Muhammad Baqir, Iqtisâdunâ., p. 288. [2] Ibíd. P. 289. [3] Ibíd. P. 289. [4] Ibíd. P. 289.