Ibn Jaldún (1332-1406) da ciertos indicios sobre el particular: «La ornamentación y el embellecimiento de las casas forman todavía otra rama de la arquitectura. Consisten
en aplicar sobre los muros figuras en relieve hechas de yeso que se deja fermentar en el agua. Se retira el yeso bajo la forma de una masa sólida en la cual se halla aun un resto de humedad. Se labra esta masa sólida sobre un modelo dado, grabándola con punzones de hierro, y se termina dándole un bello pulimento y un aspecto agradable… Tales ornamentos dan al muro el aspecto de cuadros de un vergel florido» (Ibn Jaldún: Introduccion a la historia universal. Al-Muqaddimah. FCE, México, 1977, pág. 722.
Para darse una idea del prodigioso valor de estos atauriques inspirados, al parecer, en muestras de tapicería artesanal, y que hoy todavía podemos admirar en las salas de la Alhambra de Granada, basta citar el testimonio del orientalista francés Pierre Loti (1850-1923) quien, en su «Viaje a Marruecos», afirmaba que en tejer un jaití, guadamecí, alahilca o albenda, que son las distintas muestras gremiales, se empleaban diez años de la vida de un hombre.
¿Qué significan, por tanto, las complejas tramazones de líneas poliédricas que, en progresión geométrica,se esparcen formando estilizaciones vegetales a través de los paños de estuco? Quitando el valor ornamental, que más que fin es repercusión del auténtico motivo, su causa primera es de orden metafísico. Recordemos a estos efectos, las palabras del islamólogo español Julián Ribera y Tarragó (1858-1934) sobre el místico Ibn Arabi de Murcia (1165-1240): «La ciencia se le presentaba en formas geométricas, y para explicarlas usa de triángulos, cuadrados envueltos unos en otros, círculos excéntricos, cuadrados cerrados por círculos…» (J. Ribera y Tarragó: Orígenes de la filosofía de Raimundo Lull, Homenaje a Menéndez Pelayo, Varios, Madrid, 1899, vol. II, pág. 206).
Véase E. Künhel: The Arabesque. Meaning and Transformation on an Ornament, Graz, 1976; P.Ward-Jackson: Some Main Streams and Tributaries in European Ornament from 1500 to 1750. Part 2. The Arabesque, en el Boletín del Museo Victoria y Alberto, Londres, 1972, t. III, no 3, págs. 90-103.J. Bourgoin: Arabic Geometrical Pattern and Design, Dover, Nueva York, 1973; Prisse d’Avennes: Arabic Art in Color. 141 designs and motifs on 50 plates, Dover, Nueva York, 1978; Ali Dowlatshahi: Persian Designs and Motifs for Artists and Craftsmen with 400 motifs and 8 full-color plates, Dover, Nueva York, 1979; Eva Wilson: Islamic Designs, British Museum Pattern Books, Londres, 1988; Keith Critehlow: Islamic Patterns. An Analytical and Cosmological Approach, Thames and Hudson, Londres, 1989; Prisse d’Avennes: The Decorative Art of Arabia, Studio, Londres, 1989; Basilio Pavón Maldonado: El arte hispanomusulmán en su decoración geométrica, AECI, Madrid, 1989; Basilio Pavón Maldonado: El arte hispanomusulmán en su decoración floral, AECI, Madrid, 1990; N. Simakoff: Islamic Designs in Color with 162 Illustrations, Dover, Nueva York, 1993.
Azulejos
La utilización de la cerámica (del griego: keramikos) en paredes y pavimentos se remonta a Babilonia e Irán antes de la época helenística y fue resucitada por los sasánidas. Más el término azulejo (del árabe: az-zulaiÿ, “el baldosín”; “ladrillo pequeño vidriado”), y la técnica del alicatado (del árabe: al-qata’a, “el trozo”, “la cortadura”), o sea el cortar o raer (con alicates) los azulejos para darles forma conveniente, es un uso islámico que comenzó en la época abbasí, en Samarra (Irak). De allí se difundió al Egipto fatimí y al-Ándalus, donde alcanzaría su apogeo en la Granada nazarí. A partir del siglo XIII, la cerámica vidriada de formas hexagonales y estrelladas se difundió ampliamente en Irán. La utilización de azulejos decorados alcanzó una riqueza sin precedentes en Irán y Turquía durante los siglos XVII y XVII. Ejemplos singulares son los alicatados de las mezquitas safavíes de Isfahán y las mezquitas y palacios de Estambul, donde los azulejos recubren por entero la superficie de los edificios como si estuvieran totalmente empapelados (como en la Sala del príncipe heredero, en el Haremlik del palacio Topkapi). En la gama de los azulejos persas predominan los tonos azul y turquesa puntuados con blancos, negros y verdes, así como amarillos y rosas, sobre todo en las últimas épocas safaví y qaÿar.
En el mundo islámico occidental de al-Ándalus y el Magreb los azulejos se confinan generalmente a las partes inferiores de los muros, y son de diseño sobre todo geométrico. Fuertes contrastes de colores claros y oscuros —en la Alhambra, por ejemplo— se contraponen con objeto de producir formas estrelladas y cuadradas de gran complejidad. Por otra parte, colores armónicamente combinados se utilizan para definir las formas geométricas de paneles y frisos en mosaico de azulejo.
Dice el islamólogo granadino Luis Seco de Lucena Escalada (Tarifa 1857-Granada 1941): «Los aliceres rosa y carmín que vemos en el alicatado de la Torre de la Cautiva, y que sin duda es el más bello de todos los conocidos, ofrecen el excepcional interés de que son los primeros que de dicho colores se labraron; porque, aunque las historias de aquellas industrias artísticas nos dicen que el descubrimeinto de producirlos por el cloruro de oro se debe a Lucca della Robia (1399-1482), como la Torre de la Cautiva hubo de construirse por Abul-Haÿÿaÿÿ(Yusuf I), que fue asesinado en 1351, es evidente que en 1399, cuando nació el famoso ceramista (y escultor) florentino, los mencionados colores ya estaban descubiertos y utilizados en la decoración de la Alhambra, por artífices musulmanes que aquí mismo lo producían; debiendo hacer constar que tampoco en Oriente los hubo antes, porque los de la Mezquita Azul de Tabriz (época turkmena, 1465), que son los más antiguos que allí existen, aparecieron un siglo después que los de la Torre de la Cautiva» (L. Seco de Lucena: La Alhambra, Granada, 1919, pág. 136 y siguientes).
De tal aseveración se desprende que hubo de existir un nexo entre ambas escuelas, nazarí y florentina. Granada, al convertirse en el último bastión del Islam en la península, atrajo a numerosos viajeros europeos, principalmente italianos, curiosos de esta ciudad a la cual ponderaban sobremanera las crónicas.
Uno de estos viajeros, del que se sabe llegó a las profundidades del Africa (desde Túnez a Timbuctú; también visitó el Estambul otomano y el Oriente musulmán), fue el florentino Benedetto Dei (1418-1492), amigo de Leonardo da Vinci (cfr. Antonina Vallentin: Leonardo da Vinci, Losada, Buenos Aires, 1943). Los azulejos andalusíes se exportaban y se utilizaron para el revestimiento de la sala capitular de la Abadía londinense de Westminster (1255).
Véase Hans Van Lemnen: Azulejos decorativos, Editorial Libsa, Madrid, 1989. Cerámica
Considerada una de las artes más importantes del Islam, la cerámica experimentó un prodigioso desarrollo a partir del siglo VIII. La cerámica omeya, que prosiguió la tradición de las técnicas bizantina y oriental, ideó muy pronto nuevas formas de ornamentación utilizando la caligrafía. En el siglo IX se descubrió en Bagdad un tipo de loza vidriada (que más tarde se conocería como mayólica o fayenza) y se revolucionaron los procedimientos de la cerámica con el uso de pastas porosas y la doble cocción efectuada a una temperatura variable.