La súplica (Du’a)
La palabra du‘a significa invocar a Dios, rogarle. El du‘a, la súplica, es la comunicación del hombre con Dios, la confesión y manifestación de su fe, el medio por el cual se acerca a su Creador, encomendándose y vinculándose a Él, como una gota que se adhiere a un océano de Grandeza y Poder infinitos.
Así como no decimos que el alimento es únicamente para las personas debilitadas, tampoco el du’a, que alimenta el espíritu y perfecciona el alma, no es sólo para los débiles. El desarrollo sano y completo de todas las potencialidades humanas sólo es posible si el hombre conoce a Dios y Le ruega. Por ello el du’a no es un recurso para ser empleado únicamente en los momentos difíciles o peligrosos. Tampoco es una droga para que el hombre se olvide del mundo, de sus responsabilidades, de su trabajo y se encierre a adorar a Dios, sino que es preparación del alma y el cuerpo para actuar con el Poder de Dios, con Su Guía y adquirir mayor confianza y seguridad.
Dice el Sagrado Corán: «Aquéllos cuyos corazones se sosiegan con el recuerdo de Dios. ¿No es acaso cierto que con el recuerdo de Dios se sosiegan los corazones?» (12:28)
En ésta y otras aleyas, Dios dice que solamente con Su recuerdo se tranquiliza el hombre, no con dinero y cargos, familia, casas y otras posesiones. Es necesario, entonces que los hombres, en lugar de buscar el remedio a las crecientes enfermedades psicológicas que afectan a la sociedad de hoy en farmacias o costosos consultorios, recuerden más a Dios.
Dios, el Misericordioso, nos plantea la pregunta como un desafío para que no dejemos de intentarlo: «¿No es acaso cierto que con el recuerdo de Dios se sosiegan los corazones?»
Si una persona lee todas las noches del yumu‘a (viernes) el du‘a Kumail o diariamente otras importantes súplicas, sus problemas psíquicos, dudas y temores se desvanecerán.
Al momento de suplicar debemos considerar una serie de condiciones necesarias para que nuestro ruego sea escuchado.
Debemos saber a quién le suplicamos, en qué creemos y por qué creemos. En primer lugar, el suplicante debe conocer a Dios, el Altísimo. Dice el Imam Sadiq (la paz sea con él), explicando las condiciones de la súplica, considerando el Corán y las maravillas que Dios ha colocado sobre la faz de la Tierra: «Convence a tu corazón de la Majestuosidad y Grandeza divinas, ayúdalo a observar la sabiduría de Dios en tu interior, sabe que Dios conoce lo oculto de tu ser, la verdad y la falsedad (cuando hayas alcanzado este estado nacerá en ti apego y amor hacia Dios y podrás suplicarle con confianza)».
Y dijo también: «Por cierto que el creyente suplica a Dios, Majestuoso y Poderoso, ante la necesidad. Entonces, dice Dios, Majestuoso y Poderoso (a los ángeles que acatan sus órdenes): ‘¡Retrasad la respuesta, porque amo oír su voz y su ruego!’ Y dirá Él cuando llegue el Día del Juicio: ‘¡Siervo mío! Me suplicaste y demoré la respuesta, y a cambio de ello tu recompensa es tal y tal (enumerando mercedes paradisíacas). Y me has suplicado por tal y tal cosa, y también retrasé la respuesta, a cambio de ello mi recompensa es tal y tal (y vuelve a enumerar)’». Agrega el Imam: «El creyente dirá: ‘¡Ojalá no hubiese respondido ninguna de mis súplicas!’ (al contemplar lo maravilloso de la recompensa)».
Asimismo, varios versículos del Sagrado Corán destacan la importancia de la súplica. Podemos citar algunos en que Dios ordena a Sus siervos que le rueguen, pues Él ha garantizado Su respuesta:
«Diles: ‘¡Invocad a Dios o invocad al Graciabilísimo! Cualquiera de ambos Nombres con que Le invoquéis, Suyos son los más sublimes epítetos’.» (17:110)
«Vuestro Señor ha dicho: ‘¡Invocadme y os escucharé! Los que (llevados de su soberbia) no Me adoren, entrarán, humillados, en el Infierno’.» (40:60)
«Suplicad, pues a Dios con sincera devoción, aunque ello disguste a los incrédulos.» (40:14)
«¡Invocad a vuestro Señor, fervorosa e íntimamente, porque Él no aprecia a los que se exceden (los que violan la ley)! Y no corrompáis en la Tierra después de haberla pacificado e invocadle con temor y esperanza, porque la misericordia de Dios está al alcance de los bienhechores.» (7:55-56)
El Sagrado Corán nos enseña, también, la forma en que suplicaron los Profetas, siendo modelos de perfección para nuestras plegarias. La mayoría de ellas comienzan con el Atributo o Nombre divino Rabbana (¡Oh Señor nuestro!). También los ángeles y los siervos sinceros de Dios comienzan sus invocaciones con la palabra «Rabbana»:
«¡Oh, Señor nuestro! (Rabbana) Hemos sido injustos con nosotros mismos. Si no nos perdonas y Te apiadas de nosotros, seremos, ciertamente, de los que pierden.» (7:23)
«¡Oh, Señor mío! ¡Perdónanos, a mí y a mis padres, a quien entre en mi casa como creyente, a los creyentes y a las creyentes! ¡Y a los impíos no hagas sino perderles más!» (71:28)
«¡Oh, Señor nuestro! A Ti nos encomendamos y a Ti nos volvemos arrepentidos. Eres Tú el fin de todo.» (4:60)
«¡Oh, Señor mío! Tú me has dado dominio y me has enseñado a interpretar sueños. ¡Oh, Creador de los cielos y de la tierra! ¡Tú eres mi protector en la vida de acá y en la otra! ¡Haz que muera musulmán y júntame con los virtuosos!» (2:101)
La palabra Rabb designa un Atributo divino del cual depende eternamente la creación de Dios. Su significado en castellano es Criador, Señor, Amo, Dueño. Por ello Dios enseña a implorarle de este modo, porque Él es el Dueño, el que cría, el que administra todos los asuntos de Su creación. Es recomendable imitar y memorizar la forma en que los Profetas (P) ruegan a Dios.
Además, existen muchos hadices que narran las virtudes de la súplica:
Dijo el Profeta Muhammad (la paz sea con él y su descendencia): «La súplica es el arma del creyente, es pilar de la religión y es luz de los cielos y de la tierra.» (Al-Kafi, tomo II, capítulo Ad-Du’a, pág 214).
Dijo el Profeta Muhammad (la paz sea con él y su descendencia): «La súplica es el intelecto de la adoración.» (Bihár, tomo XCIII, pág. 300).
Dijo el Imam ‘Alí (la paz sea con él): «La súplica es el escudo del creyente.» (Mizan el Hikmat, t. III)
Dijo el Imam Ar-Rida (la paz sea con él): «Es vuestro de los Profetas.» Entonces le deber el tomar arma preguntaron: «¿Cuál es el arma de los Profetas?» Respondió: «La súplica». (Al-Kafi, tomo IV, pág. 216).
A continuación os presento una combinación de súplicas que suelo recomendar y que mis estudiantes insisten en llamar ‘Las súplicas Rabbaniah’. Es aconsejable decirlas cuando se procura la salud, seguridad y armonía, así como en los momentos difíciles, de temor, peligro; y especialmente durante el viaje. Dios mediante, quien así lo haga, tendrá seguridad y estará a salvo de las calamidades.
Huyyatulislam Mohsen Rabbani Fundación Cultural Oriente
Julio 2009