2.1.- Las divinidades mayores
Se reconoce la existencia de una serie de divinidades que tendrán un mayor ascendiente sobre otras. El centro del culto será el oasis de La Meca. Éste se había convertido, desde el siglo V d.c, en el centro neurálgico de la Península Arabiga. Desde ahí partían las caravanas rumbo al oriente, y allí llegaban a su retorno. Cada una de éstas acciones se convertía en una verdadera fiesta , ya que el camino iniciado representaba para el beduino aventura y crecimiento espiritual, toda vez que la ruta también significaba exponerse a los peligros del viaje. Ritual de purificación y limpieza, cada llegada constituía un éxito en la misión y a su vez, el beduino renovado y con nuevos bríos sentía el impulso desafiante que planteaba el desierto; esto será la Escuela del Desierto . En ésta se forjan los ideales caballerescos del beduino: el valerse por sí mismo, el ser vigilante, el cultivar la lealtad a toda prueba con los suyos y el conquistar y defender la libertad personal.
La caravana se transforma en una acción peregrina, el regreso obliga a agradecer en la Ka’aba -desde época temprana, santuario principal de Arabia- la suerte de estar vivo, el feliz retorno, el fin de la nomadía y el regreso al espacio hóspito. Así se trataba de enfrentar al tiempo, el cual era visto como un agente impersonal de un destino preordenado, contra el que no había posibilidad de llegar a acuerdo, salvo por medio del culto a la divinidad .
La principal deidad existente en éste período era el dios Allah, éste tenía carácter supratribal , y es mencionado en algunos poemas como es el caso del de Zuhair ibn Abi Salma, quien vivió en los últimos días del paganismo antes del advenimiento de Mahoma:
No ocultes a
Allah lo que guardas
En tu pecho, creyendo que de esa
manera lo escondes.
Allah conoce todo lo que está oculto.
Sin embargo, la percepción que el poeta tenía de Allah no era la misma que la del profeta. Los dos se parecerían en nombre, pero no en la sustancia. Para los paganos, Allah era el “alto dios”; no era ni el único objeto de adoración, ni tampoco el único dios existente, simplemente estaba por encima o bien apartado de las demás divinidades. No obstante, tenía un papel significativo en la vida pagana. Primero, como dador de lluvia, garante de los juramentos y -aunque de manera vaga- creador de los cielos y de la tierra.
La Meca era principal lugar de adoración pagana y Allah era el señor del templo central, la Ka’aba. Se decía que tenía tres hijas, llamadas al-Lat y al-Uzza, ambas divinidades astrales y al-Manat, una diosa del destino . A estas deidades se les rendía culto al interior de la Ka’aba, la cual a su vez, se encontraba rodeada por un gran cantidad de ídolos menores que en número alcanzaban los 360 aprox.; éstos representaban los días del año. También en La Meca se le rendía culto a una divinidad que tenía virtudes adivinatorias, Hubal . Ésta se encontraba esculpida en ágata roja con la forma de un hombre cuya mano derecha había sido cortada y reemplazada por otra de oro . Quienes se encargaban de la mantención del templo eran los Qurayshitas, clan al cual pertenecía Mahoma.
2.2.-Las Divinidades Menores
Este punto se encuentra unido íntimamente con la relación existente entre el beduino y el espacio externo. Sin embargo, antes de profundizar en ésta premisa, es necesario hacer algunos alcances referidos a las divinidades menores a las cuales se les rendía culto en La Meca. Los árabes las adoraban día y noche; es más, cuando debían salir de viaje no lo hacían sin antes envolver su cuerpo y su alma con el halo protector de la deidad, rozando al ídolo por su cuerpo. Además, si se quería lograr un favor especial, se sacrificaban animales, mojando los rostros de las imágenes con su sangre. Cada uno tenía dos maderas, una de las cuales decía “hazlo” y la otra “no lo hagas”. Cuando alguien debía realizar un acto de importancia, se dirigía a uno de ellos y sin mirar retiraba una de las maderas y según lo que dijera realizaba o no el acto. En este sentido, todo estaba supeditado a las suertes, en la cual el beduino confiaba ciegamente.
Con respecto al árabe y su relación con el espacio exterior, es importante decir que su vida discurre entre dos dimensiones plenamente identificables. Aquella que se refiere al espacio hóspito de la tienda, lugar seguro, mundo interior ricamente ornamentado, apropiado, mesurable y libre, en donde el árabe se enseñorea y se separa de lo externo. Ésto resulta ser la antitesis de lo anterior, mundo inseguro, inhóspito, agreste e inconmesurable . La libertad se expresa en forma relativa, toda vez que para surcar los peligros del desierto, el beduino debe someterse a las fuerzas de la naturaleza, acudiendo a los ídolos menores. En sus largas travesías cargaban imágenes portátiles. Al mismo tiempo, se creía que los árboles , las piedras, las fuentes y otros objetos naturales eran lugares en los que residían dioses menores . Además, para poder asegurar el viaje por el desierto se buscaba una filiación intima con el maná ,esa fuerza espiritual que brotaba de la divinidad, a partir de la recolección de piedras. De un montón se elegían cuatro y, de esas, la más bonita era considerada un dios.
Con la protección otorgada por los ídolos portátiles y las piedras, el beduino podía hacer frente a una de las amenazas más constantes en su larga travesía: su enfrentamiento a los Yinnes . Éstos últimos, espíritus que habitaban en el mundo natural, le otorgaba al preislam un sello marcadamente animista. Se creía que podían hacer el bien o el mal, que podían influir en las decisiones y hasta en el comportamiento de los hombres. Se les asociaba con el desierto, las ruinas y otros lugares siniestros, podían presentar la forma de un animal, serpiente o reptil. El inspirado por un yinn podía lograr conocimientos especiales y era considerado un Maynun -poseído por un yinn-. Esto ocurrirá con el poeta o el adivino, por eso sus mensajes tenían algo de mágico . Más adelante, también, serán asociados los locos.
La existencia de éstos espíritus remite a las antiquísimas y universales creencias en los genios, gnomos, elfos, demonios, duendes y espíritus. Todas éstas serán legitimadas por el Coran y la Sunna. El primero establece su existencia en múltiples pasajes, como por ejemplo cuando dice: “Han hecho de los genios asociados de Dios, siendo así que Él es quien los ha creado. Y le han atribuido, sin conocimientos, hijos e hijas. ¡Gloria a Él! ¡Está por encima de lo que le atribuyen! (6:100); también cuando establece: ” Así, hemos asignado a cada profeta un enemigo: hombres endemoniados o genios endemoniados, que se inspiran mutuamente pomposas palabras para engañarse. Si tu señor hubiera querido, no lo habrían hecho ¡Déjales con sus invenciones!” (6:112); sobre la naturaleza de los mismos indica: ” mientras que a los genios los habíamos creado antes de fuego de viento abrasador” (15:27). Así entonces, podemos constatar que con el surgimiento del Islam, estás prácticas paganas serán fustigadas y enjuiciadas duramente por el Coran , sin embargo, se reconocerá en ellas un error que se condonará por medio de la revelación.