La yahiliyya oscuridad y luces en la arabia preislámica

Diego Melo Carrasco

“Tiendas de Mayya, levantadas primero en las alturas, después en el sitio donde se eleva ante nosotros la falda de la montaña, ay, abandonadas hace largo tiempo, y hoy día totalmente desiertas” ( del poeta Nabigha,.S.VII)

Resumen: El presente artículo indaga en los elementos fundantes del mundo musulmán, estableciendo las principales características del período anterior al surgimiento del Islam, aquel que se ha denominado Yahiliyya. Se pretende mostrar al lector una amplia visión acerca de las diferentes dimensiones que se manifiestan en el desarrollo de la Arabia preislámica, esbozando las continuidades y proyecciones que se encuentran posteriormente.

Introducción

I

En relación al surgimiento del Islam, su desarrollo y su expansión, ha existido -desde mediados del siglo XIX- una importante corriente de historiadores europeos, que han dedicado profundos estudios a éstas materias. Sin embargo, los acontecimientos ocurridos el 11 de septiembre de 2001, generaron una masiva expresión de textos y artículos que redundaron en simples comentarios sobre teorías sugerentes -como la de Samuel Huntington en El Choque de las Civilizaciones -, posturas cargadas de apreciaciones personales y alejados del análisis histórico – el caso de Oriana Fallaci en La Rabia y el Orgullo – así como también, una gran cantidad de escritos que venían a poner de manifiesto una situación histórica que se venía fraguando desde el siglo VII d.c.: la relación entre el Islam y Occidente.
Nuevos bríos envolvieron los estudios referidos al Islam; en las librerías se comenzaron a llenar los estantes con trabajos al respecto, el Corán se vendió en forma masiva, se hicieron ediciones populares – no siempre buenas traducciones- , se realizaron debates, foros, conferencias y se esgrimieron todo tipo de argumentos, tanto a favor como en contra del Islam.
Sin embargo, si hoy existe un conocimiento más acabado con respecto del Islam, en gran parte motivado por lo antes expuesto, éste contrasta con el que se tiene de los momentos previos al surgimiento del mismo, aquellos que son denominados en su misma historia como la Yahiliyya. Tiempo de ignorancia e indigencia espiritual, que se opone a todo lo que representa el Islam . Éste último, un período de luz, paz y donde reina Alá – el Dios uno y único-. No obstante, y pese a la visión pesimista que el mismo Islam provee de la Yahiliyya, podemos visualizar, en ésta etapa, luces en variados ámbitos que enaltecen el mundo preislámico y lo proyectan en el desarrollo del Islam.

II

Cuando nos referimos al mundo preislámico, debemos fijar nuestra atención en los beduinos, habitantes nómades del desierto a los que por extensión se ha llamado Árabes. Ésta es la denominación que reciben en las fuentes. Lo anterior independiente de la existencia de tribus de origen árabe sedentario como el caso de los Gazanidas, Lakmies y Nabateos en el norte y los reinos de Ma’in, Saba, Qataban, Hadramut y Zofar en el sur, en la llamada Arabia Feliz.
Marginales en el curso de la historia de occidente, nunca fueron un elemento gravitante en las relaciones de los grandes imperios. En este sentido, sus parientes sedentarios -Lakmíes y Gazanidas – tuvieron mejor suerte al estar inmersos en el centro de la historia cuando las dos potencias más importantes del momento -el Imperio Bizantino y el Persa- se enfrentaron en una guerra que se extendió por más de veinte años y en la cual resultó vencedor Bizancio. Este episodio marcará profundamente al emperador Heraclio – y a la dinastía que el fundó-, quien por sus hazañas será denominado “el primer cruzado”. Es quizás éste uno de los periodos más importantes en el desarrollo del Imperio Bizantino durante el siglo VII. También los Nabateos, y su capital Petra, tendrán un papel fundamental en las pretensiones de Elio Galo por extender las fronteras de Roma hacia el Yemen, único esfuerzo romano por conquistar Arabia.
Alejados de éste ámbito, entre ires y venires por las rutas caravaneras, los beduinos habían logrado transformarse en una cultura que ligaba su desarrollo al comercio. Sumidos en constante nomadía, cruzaban el desierto, las montañas y la estepa en su tránsito entre occidente y oriente, transformándose así en puente entre las civilizaciones del mediterráneo y las del lejano oriente. Éste intenso viaje e itinerario habría templado desde temprano su espíritu, generando en ellos una profunda dimensión guerrera, espiritual y poética, en las cuales se fundía el espacio, el politeísmo y el arte, todo lo cual es el signo de éste período.

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1.- La Dimensión Guerrera: el espacio y la Marginalidad Histórica

I

La península Arábiga es excéntrica en su ubicación con respecto a las grandes civilizaciones y compleja en su conformación geográfica. Con tres millones doscientos mil kilómetros cuadrados, se encuentra constituida por tres formaciones que la distinguen y definen. La región suroccidental, denominada Yemen, se encuentra bien irrigada y desde temprano permitió el nacimiento de la agricultura y el desarrollo de una civilización floreciente relativamente avanzada. El resto del amplio territorio está conformado por áridas estepas y desiertos interrumpidos por la presencia fugaz de algún oasis. Éstas formaciones establecen la existencia de tres zonas: la Tihana o tierra baja, próxima al Mar Rojo; el Heyaz o barrera, hacia el este y la meseta del Neyed, al este del Heyaz.

Desde temprano, la península arábiga se había perfilado como un pasadizo importante en el desarrollo del comercio entre occidente y oriente. Ya con el pasar de los siglos se había transformado en referente obligado a la hora de abordar las rutas que cruzaban la estepa. Era, en éste sentido, el lugar donde las caravanas se organizaban y tomaban fuerzas para la travesía. Ésta ultima resultaba ser una invitación a lo desconocido, donde no faltaban peligros ni tampoco las aventuras. Algo de esto se manifestará posteriormente en aquello que se refiere a la peregrinación y a los relatos que de ella se hagan a partir del siglo XII, todo lo cual dará origen al genero narrativo de la Rihla, tan difundido durante el período de la civilización del Islam clásico.
Pese a la importancia que podría tener por su posición, la península arábiga no manifiesta un mayor interés en el mundo antiguo. En esa perspectiva, sería marginal al curso de la historia , cuyo centro gravita en la Europa de la antigüedad, existiendo sólo referencias aisladas de los autores clásicos, tanto de Grecia como de Roma. Este el caso de Heródoto, Dion Casio, Estrabon, Amianno Marcelino y Horacio . El primero establece algunas relaciones sucintas en el libro III de su Historia, indagando en las costumbres. No obstante, no es una descripción profunda, sino que sólo da cuenta de algunas características que resalta pues le parecen interesantes, a saber: el respeto de los pactos , su posición aislada, su vocación de esfuerzo en el trabajo, los animales que consumen y su gusto por las fragancias. En éste último aspecto coincide con Horacio quien llega a establecer que éstas son el thesarum arabicum . En el caso de Estrabon, Dion Casio, y Amianno Marcelino, se refieren aisladamente a la posición geopolítica de la península.

II

La precariedad del territorio impone una constante defensa del mismo, se compite por el suelo, por las mejores tierras para el pastoreo y por el dominio de las rutas comerciales. Las rivalidades se presentarán entre los diferentes clanes, conformados por gran cantidad de familias, en donde se privilegiará el vínculo sanguíneo, aquel que los beduinos llaman Assabiya. Éste se refiere al espíritu de parentesco familiar o tribal, “lazo fundamental de la sociedad humana y fuerza motriz esencial de la historia, según Ibn Jaldún (S.XIV)” . La consanguineidad era proyectada hasta un antepasado común que les servía de héroe epónimo con el cual se unían complicadas genealogías que les hacían tener certeza de su origen”. Finalmente, debemos comprender éste concepto, en una dimensión más amplia que supondría la existencia de una virtud, comparable -mutatis mutandis- al concepto de areté griego.
Es la tribu, entonces, motivo de orgullo para el beduino, su pertenencia a una familia se mantendrá asociada a su identidad. Esto se manifiesta en los apellidos que van acompañados del prefijo Ibn -hijo de- , el cual por extensión se presenta en la denominación Banu -hijos de-. Así entonces, el peor castigo que para un beduino podría existir sería la perdida de la filiación.

II

La precariedad del territorio impone una constante defensa del mismo, se compite por el suelo, por las mejores tierras para el pastoreo y por el dominio de las rutas comerciales. Las rivalidades se presentarán entre los diferentes clanes, conformados por gran cantidad de familias, en donde se privilegiará el vínculo sanguíneo, aquel que los beduinos llaman Assabiya. Éste se refiere al espíritu de parentesco familiar o tribal, “lazo fundamental de la sociedad humana y fuerza motriz esencial de la historia, según Ibn Jaldún (S.XIV)” . La consanguineidad era proyectada hasta un antepasado común que les servía de héroe epónimo con el cual se unían complicadas genealogías que les hacían tener certeza de su origen”. Finalmente, debemos comprender éste concepto, en una dimensión más amplia que supondría la existencia de una virtud, comparable -mutatis mutandis- al concepto de areté griego.
Es la tribu, entonces, motivo de orgullo para el beduino, su pertenencia a una familia se mantendrá asociada a su identidad. Esto se manifiesta en los apellidos que van acompañados del prefijo Ibn -hijo de- , el cual por extensión se presenta en la denominación Banu -hijos de-. Así entonces, el peor castigo que para un beduino podría existir sería la perdida de la filiación.

III

Lo desolador y agreste del paisaje obligan al árabe a resguardarse en la tienda, espacio hóspito y seguro, que reúne las condiciones aptas para la vida que impone la travesía constante del desierto y la estepa. Asimismo, el espacio externo manifiesta peligros e inseguridades, por lo tanto, el mismo lugar donde se ha instalado el campamento se encuentra cargado de un halo protector. Éste, a su vez, se extiende por centros neurálgicos de las rutas que atraviesan la península arábiga, entre oasis y pozos. Ahí la actividad ganadera cumple un papel trascendental, que marcará una profunda impronta nomádica.
La protección del espacio habitado puede desencadenar grandes guerras- algunas de ellas podían durar entre 50 y 100 años, según la tradición -; en ellas pesan los motivos de sangre. Estos enfrentamientos eran las llamadas Ayyam al-arab -batallas entre las tribus en los días pre islámicos-. Quienes deben comandar la defensa del campamento y a su vez de la tribu debe ser el Sheij -Sayyid-. Este último, sabio y anciano pero precedido de un gran prestigio ganado en la batalla, es quien comanda la defensa del territorio. Alrededor de él, un consejo de notables aseguraba -cual fiel comitiva- los destinos de la tribu .
Muchas veces, los conflictos podían estar asociados a intereses económicos, los cuales eran gravitantes a la hora de disputar espacios comerciales o ingreso a rutas, éstas ya poseían “dueños”, en el entendido de que cualquier posesión se fundamentaba en los medios coactivos que la tribu tenía. Mientras más extensiva era ésta última , mayores posibilidades de dominio existían.
Otras veces, los beduinos dispersos en las inmensas soledades debían adaptarse a las pobres condiciones del ambiente, errantes detrás de los rebaños de camellos que le otorgaban la subsistencia, mejorando sus condiciones por medio de la razzia -gaziya- y continuas batallas. He aquí donde se manifiesta el espíritu guerrero, fundamentado en la subsistencia de la tribu, la cual mediante los mecanismos antes descritos, podía anexionarse desde pequeños oasis, hasta mercados locales que eran sedes de importantes ferias .
También las discordias se podían producir por hechos de sangre que involucraban a diferentes tribus, en ese aspecto la ley del talión y la vendetta aparecen como justos elementos a la hora de dirimir los pleitos. El abuso o deshonra cometida contra un miembro del clan, se extendía a todo éste. De ahí que establezcamos, que por diversos motivos la dimensión guerrera es constitutiva de la naturaleza del beduino preislámico, y siguiendo los planteamientos de Alfred Morabia más tarde se establecerá “una relación entre las motivaciones sicológicas del Djihad y las Ayyam al-Arab, el héroe árabe está comprometido, y su compromiso es elevado por las potencias sobrenaturales; él no se limita a tomar una posición: él se excita por la fuerza de las armas” . Asimismo para el islamólogo francés las similitudes están en que ambos conceptos se fundamentan en una conciencia espiritual, que trasciende el uso de las armas, en una actitud defensiva y a la vez colectiva, la cual era manifestada por la comunidad toda. Si la paz no llega por el entendimiento de las partes, entonces lo agredidos actuaran manu militari.
A partir de lo antes expuesto, quedan más que claras las verdaderas dimensiones que encierra el mundo beduino desde el ámbito guerrero. No obstante, también visualizamos elementos conceptuales esenciales que -con otra sustancia- subyacen en el Islam y lo definen.
Por medio de las luchas intestinas, la península arabiga va definiendo su configuración humana, y a la vez se establecen las relaciones entre las diferentes tribus que a la postre darán origen mundo musulmán. En éste sentido, gran importancia revisten las antiguas tribus de Catan y Adnan, de donde -según la historia sagrada – descenderían gran parte de las tribus árabes beduinas. Así de los Adnan, descienden los Quraish, clan que estará llamado a tener un papel fundamental en el inicio, desarrollo y expansión de la revelación islámica y que por medio de los Banu Hashim, estarán íntimamente relacionados al Profeta.

2.-La Dimensión Espiritual: Las divinidades mayores, divinidades menores y monoteísmo naciente.

Contrasta la creencia en una gran cantidad de dioses paganos en la Arabia preislamica, con la convicción marcada de la existencia de un Dios uno y único en el Islam. Comúnmente, éste período se ha identificado con una época de oscuridad en donde dominará el politeísmo. En palabras de Yafar Subanhi, ésta era una época de propagación, de corrupción y de vanas supersticiones . No obstante, y tal como lo ha hecho ver recientemente Mircea Eliade , lo que se daba propiamente en la península arábiga era un henoteísmo y un politeísmo. Lo anterior, se diferencia en cuanto a la distinción de grado de acercamiento a la divinidad; en relación al primer concepto este se refiere a un dios principal, pero en términos indefinidos, el segundo, en cambio, se refiere a la existencia de varios dioses. Ambos términos no son excluyentes, en cuanto que una sociedad politeísta, puede a la vez reconocer la importancia superior de un dios, esto es el henoteísmo.

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2.1.- Las divinidades mayores

Se reconoce la existencia de una serie de divinidades que tendrán un mayor ascendiente sobre otras. El centro del culto será el oasis de La Meca. Éste se había convertido, desde el siglo V d.c, en el centro neurálgico de la Península Arabiga. Desde ahí partían las caravanas rumbo al oriente, y allí llegaban a su retorno. Cada una de éstas acciones se convertía en una verdadera fiesta , ya que el camino iniciado representaba para el beduino aventura y crecimiento espiritual, toda vez que la ruta también significaba exponerse a los peligros del viaje. Ritual de purificación y limpieza, cada llegada constituía un éxito en la misión y a su vez, el beduino renovado y con nuevos bríos sentía el impulso desafiante que planteaba el desierto; esto será la Escuela del Desierto . En ésta se forjan los ideales caballerescos del beduino: el valerse por sí mismo, el ser vigilante, el cultivar la lealtad a toda prueba con los suyos y el conquistar y defender la libertad personal.
La caravana se transforma en una acción peregrina, el regreso obliga a agradecer en la Ka’aba -desde época temprana, santuario principal de Arabia- la suerte de estar vivo, el feliz retorno, el fin de la nomadía y el regreso al espacio hóspito. Así se trataba de enfrentar al tiempo, el cual era visto como un agente impersonal de un destino preordenado, contra el que no había posibilidad de llegar a acuerdo, salvo por medio del culto a la divinidad .
La principal deidad existente en éste período era el dios Allah, éste tenía carácter supratribal , y es mencionado en algunos poemas como es el caso del de Zuhair ibn Abi Salma, quien vivió en los últimos días del paganismo antes del advenimiento de Mahoma:
No ocultes a
Allah lo que guardas
En tu pecho, creyendo que de esa
manera lo escondes.
Allah conoce todo lo que está oculto.

Sin embargo, la percepción que el poeta tenía de Allah no era la misma que la del profeta. Los dos se parecerían en nombre, pero no en la sustancia. Para los paganos, Allah era el “alto dios”; no era ni el único objeto de adoración, ni tampoco el único dios existente, simplemente estaba por encima o bien apartado de las demás divinidades. No obstante, tenía un papel significativo en la vida pagana. Primero, como dador de lluvia, garante de los juramentos y -aunque de manera vaga- creador de los cielos y de la tierra.
La Meca era principal lugar de adoración pagana y Allah era el señor del templo central, la Ka’aba. Se decía que tenía tres hijas, llamadas al-Lat y al-Uzza, ambas divinidades astrales y al-Manat, una diosa del destino . A estas deidades se les rendía culto al interior de la Ka’aba, la cual a su vez, se encontraba rodeada por un gran cantidad de ídolos menores que en número alcanzaban los 360 aprox.; éstos representaban los días del año. También en La Meca se le rendía culto a una divinidad que tenía virtudes adivinatorias, Hubal . Ésta se encontraba esculpida en ágata roja con la forma de un hombre cuya mano derecha había sido cortada y reemplazada por otra de oro . Quienes se encargaban de la mantención del templo eran los Qurayshitas, clan al cual pertenecía Mahoma.

2.2.-Las Divinidades Menores

Este punto se encuentra unido íntimamente con la relación existente entre el beduino y el espacio externo. Sin embargo, antes de profundizar en ésta premisa, es necesario hacer algunos alcances referidos a las divinidades menores a las cuales se les rendía culto en La Meca. Los árabes las adoraban día y noche; es más, cuando debían salir de viaje no lo hacían sin antes envolver su cuerpo y su alma con el halo protector de la deidad, rozando al ídolo por su cuerpo. Además, si se quería lograr un favor especial, se sacrificaban animales, mojando los rostros de las imágenes con su sangre. Cada uno tenía dos maderas, una de las cuales decía “hazlo” y la otra “no lo hagas”. Cuando alguien debía realizar un acto de importancia, se dirigía a uno de ellos y sin mirar retiraba una de las maderas y según lo que dijera realizaba o no el acto. En este sentido, todo estaba supeditado a las suertes, en la cual el beduino confiaba ciegamente.
Con respecto al árabe y su relación con el espacio exterior, es importante decir que su vida discurre entre dos dimensiones plenamente identificables. Aquella que se refiere al espacio hóspito de la tienda, lugar seguro, mundo interior ricamente ornamentado, apropiado, mesurable y libre, en donde el árabe se enseñorea y se separa de lo externo. Ésto resulta ser la antitesis de lo anterior, mundo inseguro, inhóspito, agreste e inconmesurable . La libertad se expresa en forma relativa, toda vez que para surcar los peligros del desierto, el beduino debe someterse a las fuerzas de la naturaleza, acudiendo a los ídolos menores. En sus largas travesías cargaban imágenes portátiles. Al mismo tiempo, se creía que los árboles , las piedras, las fuentes y otros objetos naturales eran lugares en los que residían dioses menores . Además, para poder asegurar el viaje por el desierto se buscaba una filiación intima con el maná ,esa fuerza espiritual que brotaba de la divinidad, a partir de la recolección de piedras. De un montón se elegían cuatro y, de esas, la más bonita era considerada un dios.
Con la protección otorgada por los ídolos portátiles y las piedras, el beduino podía hacer frente a una de las amenazas más constantes en su larga travesía: su enfrentamiento a los Yinnes . Éstos últimos, espíritus que habitaban en el mundo natural, le otorgaba al preislam un sello marcadamente animista. Se creía que podían hacer el bien o el mal, que podían influir en las decisiones y hasta en el comportamiento de los hombres. Se les asociaba con el desierto, las ruinas y otros lugares siniestros, podían presentar la forma de un animal, serpiente o reptil. El inspirado por un yinn podía lograr conocimientos especiales y era considerado un Maynun -poseído por un yinn-. Esto ocurrirá con el poeta o el adivino, por eso sus mensajes tenían algo de mágico . Más adelante, también, serán asociados los locos.
La existencia de éstos espíritus remite a las antiquísimas y universales creencias en los genios, gnomos, elfos, demonios, duendes y espíritus. Todas éstas serán legitimadas por el Coran y la Sunna. El primero establece su existencia en múltiples pasajes, como por ejemplo cuando dice: “Han hecho de los genios asociados de Dios, siendo así que Él es quien los ha creado. Y le han atribuido, sin conocimientos, hijos e hijas. ¡Gloria a Él! ¡Está por encima de lo que le atribuyen! (6:100); también cuando establece: ” Así, hemos asignado a cada profeta un enemigo: hombres endemoniados o genios endemoniados, que se inspiran mutuamente pomposas palabras para engañarse. Si tu señor hubiera querido, no lo habrían hecho ¡Déjales con sus invenciones!” (6:112); sobre la naturaleza de los mismos indica: ” mientras que a los genios los habíamos creado antes de fuego de viento abrasador” (15:27). Así entonces, podemos constatar que con el surgimiento del Islam, estás prácticas paganas serán fustigadas y enjuiciadas duramente por el Coran , sin embargo, se reconocerá en ellas un error que se condonará por medio de la revelación.

2.3.-El naciente monoteísmo

En conjunto con éste ambiente de adoración pagana, convive una realidad, menor, pero que poco a poco se irá consolidando para posteriormente configurarse como una fuerza precursora con respecto al carácter de la creencia islámica.
Debemos indicar que la península arábiga no es un espacio habitado únicamente por árabes, también nos encontramos con comunidades judías, y cristianas – especialmente monofisitas y nestorianos; éstos últimos, expulsados desde el Imperio Bizantino-. Ambas comunidades propugnaban el monoteísmo, es así como también encontramos para el mundo pre-islámico, la presencia de los Hanifes. Éstos eran hombres que sin ser cristianos ni judíos, profesaban el monoteísmo. En esencia, eran buscadores de Dios totalmente independientes que, insatisfecho del politeísmo de la Arabia preislámica, se retiraban a la soledad de los desiertos, dándose a diversas prácticas religiosas, entre las que sobresalían las de tipo ascético. Éste se oponía a los idolatras y asociadores y, desde éste punto de vista, Abraham habría sido ya hanif; después de él -según el pensamiento islámico- también lo habrían sido profetas y enviados de Dios, antes de la venida de Mahoma . Su presencia queda atestiguada y comprobada en el Corán cuando establece: ” Dicen: “Si sois judíos o cristianos, estáis en la vía recta”. Di: “No, antes bien la religión de Abraham, que fue hanif y no asociador” (2:135); también establece que: “Abraham no fue judío ni cristiano, sino que fue hanif, sometido a Dios, no asociador”(3:67).
De ésta forma se verifica la existencia de un germen monoteísta que va lograr su total desarrollo a partir de la revelación coránica y el papel profético de Mahoma.

3.- La Dimensión Poética: El Beduino y la consumación de los ideales del desierto.

Según Ya’far Subhani “en la de Arabia se han librado más de 1700 guerras, algunas de las cuales duraron 100 años o más, es decir, que algunas generaciones pasaron toda su vida en guerra”. Para el estudioso, la guerra es parte de la cultura preislamica, es su esencia, el motivo que anima su vida. Ya en el siglo XIV, Ibn Jaldún establecía al respecto: “Aquel pueblo era de naturaleza bárbara y saqueadora, y este carácter se hizo tan común en ellos que se habían convertido en algo agradable de poseer […] Era natural en ellos el saqueo y el hurto; robaban cualquier cosa que venía en manos de otro. Sus provisiones eran obtenidas bajo la sombra de la lanza. Y no hablemos de la usurpación, no tenía límites” . Si bien estas apreciaciones son correctas, tal y como lo hemos establecido anteriormente, los estudiosos del Islam, coinciden en decir que ya en la generación anterior al nacimiento de Mahoma muchas de éstas costumbres se habían comenzado a moderar. Lo anterior, debido a la gran fama que comienza a asumir La Meca como centro de peregrinación ritual y espiritual. Esto comenzó a generar treguas que permitían a las caravanas cruzar con mayor seguridad el desierto y prestarse para los rituales paganos sin mayores objeciones ni peligros. De ésta manera, se comenzaba a imponer lentamente una paz concertada, durante cuatro meses , una suerte de Tregua de Dios .
En la organización tribal, el sheij destacaba no sólo por sus capacidades guerreras, su talante, habilidad, prestancia y valentía en el combate, el magnetismo que generaba su propia presencia en ese microcosmos concéntrico que se organizaba alrededor de su persona, sino que también por el uso de la palabra . En efecto, éste era un gran orador, debía tener la capacidad de cautivar a su auditorio, arengarlo en los momentos más difíciles, cantar las loas de sus antepasados, para que todos sintieran ese vínculo indisoluble que une al hombre con las reminiscencias del momento originante, donde se concentran las fuerzas creadoras. Pero igualmente, debía manifestar su fineza en el gusto y amor por el espacio que le rodeaba, inspirarse en las ánimas que movían su universo inmediato y componer los sonetos que salmodiaban con el viento, que seducian imitando el canto del agua que gota a gota fluye por los imperceptibles causes del oasis, que reflejaban el alma, como en un espejo, y de ésta manera lo ayudaban a identificarse con lo que es, Señor y caballero del desierto. Éste se imponía a los avatares del destino, de las fuerzas de la naturaleza y de todo lo que lo rodeaba. Surgía así la poesía como manifestación prístina del sentir humano.
Las primeras expresiones poéticas de los árabes fueron versos aislados, que improvisaban bajo la inspiración del momento. Estos eran expresados en forma sencilla o en rimadas sentencias . Ejemplo de esto son los versos que pronunció poeta Amr en su lecho de muerte:

Cansado estoy de la vida
Harto larga ha sido ya;
Años cuento por centenas; doscientos llegué a contar,
Y aún caminando la luna, me concedió algunos más

II

Desde el año 500 d.c. en adelante se había logrado un importante desarrollo poético por parte de los beduinos, consolidándose éste poco tiempo antes del nacimiento del Profeta, momento en el cual se componen los versos más importantes de la poesía preislámica.
Durante los cuatro meses sagrados, en Ocaz, ciudad pequeña cercana a La Meca, se realizaba todos los años una feria adonde se reunían pueblos de todos los puntos de la península . Estos provenían de los 32 centros religiosos que en opinión de Huayn Munis, se encontraban contiguos a las rutas más transitadas . Durante éstos meses estaba estrictamente prohibido el derramamiento de sangre, y, por lo mismo, al llegar al lugar había que deponer las armas. Los poetas, que casi siempre eran los líderes de la tribu, recitaban sus versos en los que celebraban las propias hazañas, la gloria de los antepasados o la preeminencia de la tribu. Así se configuraban los denominados Certámenes de Gloria o Mufájaras.

Aquellos que resultaban vencedores eran escritos sobre seda con letras de oro y colgados en la Ka’ba. Eran los llamados Mual’lacat -lit. los colgados o suspendidos-. Con el tiempo se empezaron a hacer comunes éstos certámenes, los cuales traspasaron el ámbito meramente local y se extendieron por diferentes puntos de la Arabia. Así entonces, surgirán compilaciones como la Hamaza -Gran libro de los cantares- por medio del cual éstos poemas cargados de un gran lirismo llegarán a nosotros. Los Mual´lacat, recuerdan a grandes trazos, la vida nómade y aventurera del beduino . Destacan en ellos una doble dimensión: la primera da cuenta de una poesía que canta a las gestas heroicas, la segunda, en cambio, a las gestas del amor muchas veces no correspondido.

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En ésta expresión poética se concentran claramente todos los elementos que dan vida a la escuela del desierto, manifestándose en versos cargados de heroísmo, lealtad y amor. Así se han expresado en los siete Mual’lcat de: Amr’ul Quais, Tarafa, Arit Ben Illiya, Soller, Lebid, Amr ben Kolthum y Antar . De éstos el más importante es ‘Antar Guerrero famoso y contemporáneo al padre de Mahoma, su obra se encuentra consignada en la Sirat ‘Antar – Vida de ‘Antar-. Nacido de un emir y una negra esclava, ‘Antar deberá vencer los prejuicios de la cuna y el color. Bastardo, esclavo y negro, pero dotado de un prodigioso vigor, un valor a toda prueba, “una elocuencia fuerte y salvaje, una liberalidad y generosidad sin límites; y empujado por un amor caballeresco a su prima ‘Abla consigue a fuerza de proezas, vencer todas las resistencias y ser reconocido por su padre. Y, admitido al rango de los nobles, se casa con la que ama y pasa a ser el primero de su tribu, que es la primera entre los nómadas de Arabia” . Es así ‘Antar, la encarnación viva del beduino que se sobrepone a la guerra, da muestras de un coraje insuperable y confía sus esfuerzos a la esperanza del amor correspondido. Se funden en el las tres dimensiones que hemos establecido, desde la oscuridad guerrera y la confusión espiritual, hasta las sublimes luces de la poesía. En cuanto a la primera, una muestra es el siguiente poema:

¡Oh león, oh padre de los cachorros de león,
oh chacal del desierto, oh rey de las fieras, sé bienvenido ¡
Eres fuerte y estás orgulloso de tu fuerza,
Pero serás humillado.
Y no te mataré con el sable ni con la lanza.
Mi mano desnuda será la que te hará beber la copa de la muerte.
De nosotros dos, soy yo el león,
El héroe temido de los guerreros.
¡Mira, arrojo mi sable! Contempla éstas manos;
Son ellas las que van a matarte, oh perro del desierto

Su dimensión espiritual se manifiesta en la confianza que le otorga a sus dioses tutelares para poder vencer el destino infausto que le ha tocado vivir, todo lo cual se resuelve al lograr el amor de su prima. En ese episodio se funde el corolario final que define su epopeya, es a ella a quien van dirigido sus esfuerzos, su trascendencia es tal sólo morando con y en ella. Sólo basta recordar su primera impresión:
“He visto una doncella cuyos cabellos caen
Hasta el suelo y son negros como la noche.
Bajo sus trenzas oscuras, se asemeja a la aurora surgiendo de las tinieblas.
Es tan bella que todos la admiran
Y se afanan por servirla.
Y Yo ocultaré mi amor en el fondo de mi corazón
hasta que me sea permitido revelarlo”

KAHN, A., (n.64), p. 33.
ROUGER, Gustave., Las Aventuras de ‘Antar, Traducción de Jordi Quingles, José J. De Olañeta, Editor, Colección Hesperus, 1988, Barcelona, p. 7
Ibidem, p. 29
Ibidem, p. 26.

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