A partir de lo que hemos dicho hasta ahora es obvio que en el Cristianismo el amor se atribuye tanto a Dios como a los seres humanos. Hay unas diferencias importantes entre el amor Divino y el amor humano. Una diferencia es que el amor Divino es sustantivo, una propiedad, mientras que el amor humano es solo un predicado. La razón de esto es el hecho de que Dios es amor, pero los seres humanos solamente pueden crear amor. Ellos pueden ser amados y amar, pero solamente Dios es amor. Este hecho se expresa claramente dos veces en el siguiente pasaje:
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.
En esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación para nuestros pecados.” (I Juan, 4: 8-10)
Se ha argumentado[1] que puesto que el amor es el propósito final de Su interacción con la humanidad, incluyendo la misma Revelación que Él ha hecho, y es un amor sin medida más allá de la comparación, el amor puede ser considerado como la característica más específica de Su ser. El amor es Su naturaleza y por lo tanto, un nombre apropiado para Él.[2]
Dios ha amado a los seres humanos “con un amor eterno” (cf. Jer. 31: 3). Dios fue el primero en amarnos. Ni siquiera existíamos, ni la palabra había sido creada, sin embargo, Él ya nos amaba. Él nos ha amado en tanto Él es Dios y en tanto Él se ha amado a Sí Mismo.
El amor de Dios por la humanidad está demostrado en toda la existencia e historia de los seres humanos: como individuos o como especie humana. Su amor se manifiesta en la creación de los seres humanos. Su amor se manifiesta en el llamado de Abraham para el Pacto de Sinaí, en todas Sus intervenciones en la historia de Israel, en Su constante presencia en medio de Su pueblo y en la continua congregación una y otra vez de su pueblo después de cada caída.
Dios ama a los seres humanos hasta tal punto, que no solamente les ha dado todo lo que tienen sino que también ha creado todo en el mundo para su beneficio. Como lo ha sugerido San Agustín, todo sobre la tierra o por encima de ella nos habla y nos exhorta a amarlo, porque todo nos asegura que Dios los ha creado por amor a nosotros. Ésta es una idea que se puede entender fácilmente a partir del siguiente pasaje de los Salmos en el Antiguo Testamento:
“Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?
Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra.
Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos. Todo lo pusiste debajo de sus pies:
Ovejas y bueyes, todo ello, y así mismo las bestias del campo,
las aves de los cielos y los peces del mar. Todo cuanto pasa por los senderos del mar.” (Salmos, 8: 4-8)
El amor de Dios no está limitado a todas esas hermosas criaturas que Él le ha dado al hombre. Como lo mencioné anteriormente, la visión cristiana es que el amor de Dios en su punto máximo se demuestra al entregarse a través de Su Hijo. Según San Juan, “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3: 16)