Esta invitación coránica a hacer uso del entendimiento y del razonamiento con el fin de ampliar el conocimiento dado por la revelación, mediante la observación y la contemplación del universo, se convirtió en uno de los fundamentos de la investigación científica en el mundo islámico. La importancia que el Corán concede a la razón ha sido subrayado por el profesor iraní Seyyed Hossein Nasr (cfr. S. H. Nasr: An Introduction to Islamic Cosmological Doctrines. Conceptions of Nature and Methods used for its study by The Ikhwan al-Safa, al-Biruni and Avicena, State University of New York Press, Albany, 1993; Rafael Ramón Guerrero: De la Razón en el Islam clásico, Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1982-1983), quien ha mostrado que el papel asignado al intelecto en el Islam es uno de los puntos en que se distingue del cristianismo, pues mientras que éste es esencialmente un camino de amor, el Islam es una cierta forma de gnosticismo, que tiene como propósito guiar al creyente hacia las realidades espirituales.
De aquí que en el sistema educativo islámico las artes y las ciencias tiendan a mostrar la interdependencia de todo cuanto existe, de manera que de la contemplación del universo se reconozca la unidad que le da fundamento. Esto es lo que proporcionó justificación entre los musulmanes el estudio de la naturaleza y lo que dio ese carácter científico propio del sistema educativo islámico. Pero es que, además, como el mismo Seyyed Hossein Nasr ha puesto de relieve, hay una relación entre la concepción del universo presidida por la idea de la unidad del principio y el profundo significado de raíz filosófica que tiene la Shahada o profesión de fe islámica: LA ILAHA ILLAL-LAH no quiere decir sino: «No hay más que una sola realidad absoluta».
Frente al concepto teológico-místico de la naturaleza y su carácter simbólico, establecido por los padres de la iglesia, que predominó en el mundo cristiano hasta mediados del siglo XII, los musulmanes, inspirados por la obras de los filósofos y científicos griegos, erigieron una visión del universo que pretendía dar una explicación científica y racional de él. Las teorías aristotélicas de la naturaleza, aceptadas por los musulmanes, despertaron en ellos un espíritu científico que les llevó a investigaciones fructuosas en el ámbito de la ciencia. No olvidemos que estos filósofos descollaron en distintos campos del saber científico, en los que realizaron importantes contribuciones. Al-Kindí fue un notable matemático, que, al igual que Platón, estaba convencido de la necesidad de este saber para acceder a la filosofía como expone en su obra Sobre los libros de Aristóteles (Risala fi kammiyya kutub Aristú). Al-Farabí, además de haber estudiado medicina y haber efectuado investigaciones sobre geometría y mecánica, fue uno de los más importantes teóricos de la música y un virtuoso músico. De Avicena sabemos que realizó estudios sobre geología, zoología y botánica y que fue una autoridad en medicina. Y lo mismo puede decirse de Averroes, quien, además de un gran observador de la naturaleza, fue una de las más renombradas figuras en el campo de la medicina.
Sin embargo, esto no quiere decir que ellos se hubieran puesto al margen de la religión, como parece deducirse de las palabras de Bloch, cuando afirma:
Lástima que la ortodoxia islámica, que persiguió a Avicena lo mismo que a Averroes, quemando sus libros, no creyera asimismo en tal fidelidad al Corán, por el contrario, cada vez que era manifestada, la entendía como de labios para afuera solamente» (Ernst Bloch: Avicena und die aristotelische Linke, Berlín, 1952, pág. 492; traducción castellana por J. Deike Robles, publicada en Ciencia Nueva, Madrid, 1966, pág. 27-28).
Averroes era un pensador de horizontes amplios y racionales como se puede deducir del siguiente texto:
«Puesto que estos preceptos religiosos son verdaderos e invitan a la reflexión que conduce al conocimiento de la verdad, nosotros, la comunidad de musulmanes (ma’shar al-muslimín), sabemos sin duda que la reflexión fundada en la demostración no conduce a contradecir lo que nos da la Ley divina, pues la verdad no es contraria a la verdad, sino que está de acuerdo con ella y da testimonio de ella» (Fasl al-Maqal).
Averroes médico (según María Concepción Vázquez de Benito, catedrática de Lenguas y Literaturas Arabes en la Universidad de Salamanca) La obra médica más importante de Averroes es la enciclopedia Kitab al-kulliyat fi al-tibb (“Libro sobre las generalidades de la Medicina”), que se compone de siete volúmenes que tratan respectivamente de anatomía, diagnosis, fisiología, higiene, materia médica, patología y terapéutica, y fue extensamente usada como libro de texto en las universidades cristianas, como Oxford, París, Lovaina, Montpellier y Roma hasta el siglo XVII.
Las ediciones que existen del Kitab al-Killuyat fi-l-tibb son las siguientes: la edición facsímil de Larache de 1939, la edición fototípica de Tetuán de 1942, la edición mecanografiada de Madrid de 1987, basada en tres manuscritos, el de la Abadía del Sacromonte de Granada, el de la Biblioteca Nacional de Madrid y el de la Publichnaya Biblioteca de Leningrado (hoy San Petersburgo), la edición de imprenta de Argel de 1978, basada en cuatro manuscritos, es decir, además de utilizar los tres manuscritos de la edición de Madrid, añade el manuscrito de Estambul, y una edición latina de Venecia de 1560, además de traducciones parciales en lenguas modernas.
El Kitab al-Kulliyat fi-l-tibb ha sido estudiado, entre otros, por Esteban Torres (Averroes y la ciencia médica, Madrid, 1974), el padre F. X. Rodríguez Molero (Originalidad y estilo de la anatomía de Averroes, Revista Al-Ándalus, vol. XV, Madrid/Granada, 1950, págs. 47-63), por el ya fallecido Helmut Gätje (Probleme des Colliget Forschung, Zurich, 1980), y por el profesor Miguel Cruz Hernández en conjunto con María Concepción Vázquez de Benito (La medicina de Averroes: Comentario a Galeno, Colegio Universitario de Zamora, Zamora, 1987).
Del conjunto de sus textos originales redactados sobre materia médica se puede llegar a las siguientes conclusiones:
1. Primeramente, que Ibn Rushd tocó todos los temas que sobre medicina redactaron los restantes médicos árabes más afamados, Así, redactó un tratado sistemático y escolástico que es el Kulliyat fi-l-tibb, como hicieron también otros autores, entre otros, por ejemplo, Avicena, Razi o Alí Abbás.
2. Acaso lo más importante a destacar de los escritos médicos de Ibn Rushd sea el hecho de que a través de ellos se puede conocer mejor los datos extraídos de la obra galénica y aristotélica, de suerte que nos los presenta con un mayor ordenamiento y esquematización que en las mismas fuentes originales.