Los Mamelucos
Guardianes del Islam

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Los Mamelucos (1) fueron soldados esclavos convertidos al Islam y que constituyeron un sultanato en Egipto y regiones vecinas entre 1250 y 1517. De esta casta surgieron dos dinastías de regentes. Estos ex esclavos de origen no musulmán provenientes del sur de Rusia y el Cáucaso se constituyeron en una milicia (unos doce mil) que fue organizada por el sultán ayubí as-Salih Ayub (g. 1240-1249).
Notablemente experimentados en el arte de la guerra y dotados de un valor extraordinario, estos soldados del Islam frenaron el avance de los mongoles de Hulagú (1217-1265), el destructor de Bagdad en 1258, y de Ghazán (1271-1304), y, a la vez, lograron reconquistar en Siria y Palestina los enclaves cruzados, erradicando definitivamente esa amenaza occidental.
Hubo veintisiete sultanes mamelucos denominados bahríes (de bahr, “río”, referido al Nilo, pues en su delta combatieron a la séptima cruzada), de origen turco, entre 1250- 1382, y veintisiete burÿíes (de burÿ, “torre”, ya que originalmente su cuartel estaba coronado por una torre de vigilancia), de origen circasiano o cherkés (procedentes del Cáucaso), entre 1382-1517. Entre los bahríes el más famoso fue el kipchak Baibars (ver segmento). Entre los burÿíes se destacó particularmente el circasiano al-Malik al-Ashraf Saifuddín Barsbai, apodado «la Pantera», gobernante entre 1422 y 1438, que lanzó una expedición contra Chipre en 1425 y que finalizó con la captura del rey isleño Janus, cuyo hijo Juan II (g. 1432-1458) se declaró vasallo del sultán.
El advenimiento de la dinastía Bahrí en 1250 inició una línea sucesoria que trajo consigo ganancias territoriales y gran prosperidad a Egipto y Palestina.
Después de 1341 el poder del sultán Bahrí gradualmente pasó a los jefes de tropa. Hacia 1382 el primer regente Burÿí pudo ocupar el trono. Su mandato y el de sus sucesores fue problemático debido a revueltas palaciegas, guerras civiles y conquistas extranjeras, culminando con la derrota de la dinastía en 1517 ante Selim I, sultán del Imperio otomano. Egipto entonces se sometió a la autoridad de un representante turco, el pashá, aunque el poder real continuaba estando en manos de los beys mamelucos, gobernadores de distritos o provincias menores.
Hacia mediados del siglo XVII los emires mamelucos, o beys, habían restablecido su supremacía. Cuando Bonaparte, al pretender avanzar hacia las posesiones británicas en la India, invadió Egipto, derrotó a los mamelucos en la batalla de las Pirámides el 21 de julio de 1798 (2). Después de que los franceses evacuaran Egipto en 1801, los mamelucos lucharon con los turcos por el poder, aunque fueron diezmados por Muhammad Alí (3) en la masacre de El Cairo en 1811. Los supervivientes huyeron a Nubia y a Zanzíbar. Los mamelucos tuvieron una trascendencia de casi 600 años en la historia del Egipto musulmán (640-1226 de la Hégira).

ANTECEDENTES
Los ayubíes fueron la dinastía fundada por Saladino en 1169, la cual gobernó Egipto, Palestina y Siria. Al producirse la séptima cruzada (1248-1254), el pueblo musulmán estaba cansado de los últimos sultanes ayubíes, tanto por su indecisión como por su ineficacia en enfrentar a los invasores europeos.
El 5 de junio de 1249 los francos desembarcan y al día siguiente toman Damieta. Luego de avanzar por el delta del Nilo, el poderoso ejército cruzado integrado por doce mil infantes y dos mil quinientos caballeros encabezados por el rey franco Luis IX (1214- 1270)—más tarde canonizado— es derrotado en Mansurah (8 de febrero de 1250) y obligado a retroceder y a rendirse en Sharamsah (6 de abril de 1250) ante los poderosos batallones mamelucos. Una nueva era había comenzado.

LA SEGUNDA SULTANA DEL ISLAM
De origen armenio, Shaÿar ad-Durr (literalmente ” árbol de perlas”) era una de las esposas del sultán as-Salih Ayub antes mencionado.
A poco de producirse la invasión franca a Damieta (6 de junio de 1249), el 23 de noviembre de ese mismo año falleció el sultán. Por esa época Shaÿar ad-Durr (1217- 1257) contaba con treinta y dos años y era una mujer inteligente y hermosa. Dándose cuenta que la infausta noticia podría desmoralizar a los musulmanes, ocultó la muerte de su esposo y falsificó con su firma un documento que nombraba a Turán Shah (hijo de Ayub, virrey en el Ÿezireh, noroeste de Irak) heredero y comandante del ejército al experimentado Fajr al-Din, ex embajador ante la corte del emperador criptomusulmán Federico II de Sicilia (1194-1250). Pero luego de producirse la victoria sobre los francos y el asesinato de Turán Shah (acusado de cobardía y corrupción), los emires y comandantes mamelucos proclamaron sultana a Shaÿar ad-Durr el 5 de agosto de 1250.
El historiador Ibn Uasil fue testigo de ese singular acontecimiento: «Tras el asesinato de Turán Shah, los emires y los mamelucos se reunieron cerca del pabellón del sultán y decidieron llevar al poder a Shaÿar ad-Durr, una esposa del sultán ayubí que se convirtió en reina y sultana. Se hizo cargo de los negocios de Estado, estableció un sello real con su nombre bajo la fórmula “Umm Jalil”, la madre de Jalil, un hijo que había tenido y que había muerto muy joven. Se pronunció en todas las mezquitas el sermón (jutba) del viernes bajo el patrocinio de Umm Jalil, sultana de El Cairo y de todo Egipto. Fue éste un hecho sin precedentes en la historia del Islam».
Por segunda vez en la historia del Islam, una mujer gobernaba un extenso territorio. La primera vez había sucedido muchos kilómetros al oriente, cuando ascendió al frente de la dinastía turca ilbarí, en el sultanato de Delhi en la India, Radiyya, la hija de Shamsuddín Iltutmish (éste la nombró su sucesora por encima de sus hijos varones), la cual gobernó entre 1236-1240.
El reinado de Shaÿar ad-Durr fue muy breve debido a que contrajo matrimonio con el comandante Izzuddín Abu al-Mansur Aibak, a quien hizo primer sultán de los mamelucos (1250-1257).

BAIBARS, PALADIN DE PALADINES
Tal vez el personaje más singular, más incomparable y más desconocido de la historia islámica es el sultán y héroe mameluco Ruknuddín Baibars al-Bundukdarí (el ballestero) Ibn Abdullah (la mayoría de los mamelucos adoptaban este nombre por ser conversos y desconocer la identidad de sus padres). Durante su mandato, Egipto se convirtió en el estado más poderoso del Islam oriental.

Nacido en 1223 en Crimea, a orillas del Mar Negro, pertenecía a la raza turca de los kipchaks. Baibars era alto, cabello castaño y ojos azules. Tenía una curiosa mancha blanca en un ojo, y una mirada penetrante que traslucía su carácter esforzado y severo. Vendido como esclavo por unos comerciantes en el mercado de Damasco, fue adquirido para revistar en la guardia de corps del sultán ayubí debido a su belleza y corpulencia. Su destreza con las armas y su coraje en los combates conquistó la admiración de sus compañeros y superiores.
Su carrera militar no tiene igual en ninguna época islámica anterior o posterior. Solamente durante sus diecisiete años de sultanato (1260-1277) realizó treinta y ocho campañas durante las cuales recorrió cuarenta mil kilómetros. Nueve veces luchó contra los mongoles, cinco contra los armenios y tres contra los hashashiyyín (“los Asesinos” o nizaríes, secta escindida del ismailismo). Sólo contra los francos luchó en 21 ocasiones, y salió vencedor en todas. A los cruzados les logró capturar baluartes considerados inexpugnables, como los castillos de Safed (mar de Galilea), en 1266, Beaufort de los templarios (a orillas del Litani, sur del Líbano), en 1268, y el famoso Krak de los Caballeros (al oeste de Homs, en Siria), en 1271. Además conquistó las ciudades de Arsuf, Cesárea, Jaffa, Haifa,Torón y Antioquía. En 1270 envió a la flota mameluca a atacar el puerto chipriota de Limassol en represalia por la ayuda constante de la dinastía Lusignan (1191-1489) a los baluartes cruzados de Palestina y Siria. En 1273 destruyó el castillo de los Asesinos en Masyaf (cerca de Hamah, en Siria), donde residía Sinán (m. 1192), el llamado «Viejo de la Montaña» (Sheij al-Ÿabal), y su siniestra organización (4).

Ain Ÿalut y la salvación del Islam
Su victoria más importante, sin embargo, fue en el oasis de dunas de Ain Ÿalut (“La fuente de Goliat”), en la actual localidad palestina de Ein Harod (a mitad de camino entre Afula y Bet She’an), el 3 de septiembre de 1260. Ese día, el general Baibars y el sultán Qutuz (g.1259-1260) derrotaron a un poderosísimo ejército mongol de cincuenta mil hombres y diez mil jinetes enviado por Hulagú (el nieto de Gengis Jan) al mando de Ketbogha. La estrategia de los mamelucos fue una copia casi exacta del ardid por el cual el general cartaginés Aníbal Barca venció a los romanos en Cannas (agosto, 216 a.C.). La infantería musulmana (unos veinte mil) al mando del sultán Qutuz Ibn Abdullah aguardó fuera de la vista del enemigo mientras Baibars y sus doce mil jinetes fingieron hacer un ataque masivo y luego retrocedieron. Los mongoles persiguieron a lo que se retiraban, sin percatarse por la rapidez de la acción y la polvareda reinante que eran conducidos al centro de una pinza que se cerró inexorablemente en el momento preciso, mientras la caballería mameluca giraba en redondo y contraatacaba. Ketbogha sucumbió en el combate. Esa finta de Baibars consiguió el triunfo.
Esta batalla fue una de las más importantes de la historia, comparable a la de Gaugamela (1 de octubre, 331 a.C.), por la que Alejandro conquistó el Imperio persa, a la de Hastings (14 de octubre, 1066), por la que Inglaterra pasó a manos de los normandos, a la de Waterloo (18 de junio, 1815), por la que Napoléon fue definitivamente vencido, o a la del Alamein (23 de octubre-4 de noviembre, 1942), por la que el Afrika Korps de Rommel fue frenado y desbandado a las puertas de El Cairo. Dice el medievalista británico Steven Runciman: «La victoria mameluca salvó al Islam de la amenaza más peligrosa con que se había enfrentado nunca. Si los mongoles hubieran penetrado en Egipto no habría quedado ningún estado musulmán importante en el mundo al este de Marruecos» (Historia de las cruzadas, Alianza, Madrid, 1997, vol. III: El Reino de Acre y las últimas cruzadas, pág. 289).
Es lícito especular acerca de lo que pudo pasar en Ain Ÿalut si hubieran resultado los mongoles victoriosos, y sobre todo cómo habría cambiado la historia del Mediterráneo, y con ella la civilización del Islam, la cual hubiera prácticamente desaparecido. Recordemos que ya en ese año crucial de 1260, grandes ciudades musulmanas como Bujará, Samarcanda, Gazni, Herat, Merv, Nishabur, Hamadán, Tabriz, Mosul, Alepo, Damasco habían sido saqueadas, casi destruidas y sus habitantes pasados a cuchillo o violados. Los sabios del Islam con sus universidades (madrasas). bibliotecas, observatorios, laboratorios y miles de descubrimientos invalorables atesorados en seis siglos se perdieron para siempre y fueron barridos del mapa. Solamente en Bagdad (tomada el 10 de febrero de 1258), los mongoles mataron a no menos de un millón de musulmanes árabes y persas en cuarenta días, o sea la mitad de la población: «Un mongol encontró en una calle lateral a cuarenta niños recién nacidos, cuyas madres estaban muertas. Como acto de clemencia, los mató, pues pensó que no podrían sobrevivir sin nadie que los amamantase» (Steven Runciman, Historia de las Cruzadas. O. cit. Vol. III, págs. 280-281). «Algunos mongoles —aseguran testigos oculares—, destripaban cadáveres, los llenaban hasta el tope con alhajas saqueadas y así desaparecían cabalgando, llevando delante suyo sobre la montura, atravesados, estos espantosos recipientes para el transporte…El conquistador recién se retiró un rato cuando se hizo insoportable el olor de los cadáveres al bajar el fresco invernal… Sólo quedaron intactos los cristianos y las iglesias cristianas. No únicamente porque las primeras mujeres de Hulagú eran cristianas. Hulagú había entrado en una gran coalición con los cruzados, por medio del rey (cristiano) de Armenia, que era suegro del príncipe cruzado Bohemond de Antioquía» (Rolf Palm, Los árabes. La epopeya del Islam, Javier Vergara, Buenos Aires, 1980, pág. 331).
Paradójicamente, a partir del jan Mahmud Ghazán (g. 1295-1304) —restaurador del Islam en Irán—, los mongoles se harán paulatinamente musulmanes y tendrán sabios y científicos de la talla de Ulug Beg (1394-1449) —astrónomo, historiador, teólogo, poeta y mecenas de las artes—, y políticos y guerreros como Zahiruddín Muhammad Babur (1483-1530) —fundador de la dinastía mogol de la India musulmana (1526-1858), que revitalizarán y consolidarán el Islam en el Lejano Oriente.
Baibars también se destacó como renovador religioso y estadista. Prohibió la prostitución y las bebidas alcohólicas bajo pena de muerte. En el campamento de turno y en el palacio de El Cairo o Damasco denunciaba con su voz potente e imperturbable los males de la época y recomendaba las soluciones apropiadas. Hizo construir escuelas, hospitales, un estadio de tamaño olímpico, embalses y canales en el valle del Nilo, cocinas populares, distribución anual de diez mil bolsas de cereal para beneficencia, e implementó un servicio postal de cuatro días para una carta de El Cairo hasta Damasco; eficiencia que hoy día rara vez se alcanza. La lista de sus obras sociales es casi tan larga como aquélla de sus empresas militares.

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Baibars murió en Damasco el 1 de julio de 1277. Su heredero político y militar fue el sultán Saifuddín Qala’ún al-Alfi (g. 1277-1290). Este hábil estratega logró rechazar un gigantesco ejército combinado mongol-armenio y sus aliados hospitalarios liderados por Mangu Timur y el rey León de la Armenia ciliciana, que sumaban cerca de ciento cincuenta mil hombres. La batalla tuvo lugar en las afueras de Homs (Siria) el 30 de octubre de 1281, y los invasores luego de sufrir fuertes pérdidas (Mangu Timur resultó herido y murió poco más tarde) se retiraron del otro lado del Eufrates. También reconquistó la fortaleza al-Marqab o Margat de los hospitalarios —llamados en árabe al- osbitar— (25 de mayo, 1285), en Siria, y el puerto de Trípoli (26 de abril, 1289), en Líbano, donde perdieron la vida siete mil soldados francos. Cuando marchaba hacia Akka (San Juan de Acre), falleció el 10 de noviembre de 1290. Su hijo y sucesor al-Ashraf Jalil (g. 1290-1293) tomaría Akka, último baluarte de los cruzados en Tierra Santa, el 18 de mayo de 1291.
Sin embargo, una nueva e inesperada situación se iba a producir. En 1299 el líder mongol Mahmud Ghazán cruzó el Eufrates con un enorme contingente y se apoderó de Alepo. Su aceptación del Islam era incipiente y sus intereses de ambición y poder eran superiores a su nueva fe. Gazhán había realizado una muy elaborada alianza con el papa Bonifacio VIII (1240-1303) y el rey Hayton o Hethum II del dominio armenio de Cilicia, a quienes prometió los lugares santos de Palestina a cambio de ayuda. Gazhán rápidamente venció a los mamelucos en Salamia (cerca de Homs), el 23 de diciembre, y conquistó Damasco (enero de 1300). En 1303, los mongoles iniciaron una nueva campaña bajo el mando de Kutluk Sha, pero los mamelucos se recobraron y los derrotaron en Marÿ as-Saffar, cerca de Damasco.

La difusión del Islam en Oriente
Los mamelucos fueron grandes misioneros del Islam. Precisamente, la islamización del archipiélago indonesio comienza a finales del siglo XIII con la llegada de comerciantes musulmanes provenientes del Egipto mameluco, en su mayoría adherentes a la escuela shafií de pensamiento. Los mamelucos también tuvieron un fructífero intercambio culturaly comercial con la civilización islámica swahili de la costa oriental de Africa.

Las innovaciones militares y la llegada de los otomanos
La institución mameluca gobernante se basaba en el predominio de la caballería, es decir, de los jinetes o faris, con su soberbio dominio del caballo y su excelente pericia en el uso de las armas y de la táctica de la guerra en campo abierto. El uso de la artillería de campaña conlleva líneas de defensa estáticas, y el uso de armas de fuego manuales presuponía la importancia cada vez mayor del soldado de infantería armado de arcabuz. Los mamelucos se dieron cuenta muy pronto de que, excepto para su uso en sitios de fortalezas y ciudades, la adopción del arma de fuego conllevaría el desmantelamiento de todo su sistema militar.
Qansuh al-Gurí (g. 1501-1516), disponía en sus fuerzas armadas de gran cantidad de cañones, tanto para la defensa de El Cairo y de su costa mediterránea como para emplazar en sus flotas del mar Rojo y el océano Indico contra los portugueses y en ayuda de los sultanatos del sur de Arabia, el Zanÿ y la India. Qansuh fue uno de los primeros sultanes que trató de crear un cuerpo de arcabuceros y hubo de resistir presiones de la jerarquía mamlukí para que lo disolviera. Las versiones esgrimidas era que el arcabuz era un arma de cobardes… A pesar de todo, teniendo que hacer frente a la amenaza portuguesa en el sureste, y con la actitud cada vez más peligrosa de los otomanos en la fronteras sirias, las nuevas armas eran realmente indispensables para los mamelucos, que se enfrentaron con los otomanos en las batallas decisivas de Marÿ Dabiq, en Siria, y Raydaniyya, en las afueras de El Cairo, con una capacidad de fuego palpablemente inferior a las de las tropas del sultán Selim; fue algo así como cuando los mahdistas sudaneses atacaron a los británicos de Kitchener en Omdurmán (2 de septiembre, 1898), o cuando la heroica caballería polaca hizo frente a las divisiones panzer alemanas en septiembre de 1939, pues en esos encuentros que resultaron fatales, los mamelucos vieron de forma palpable que el valor personal no era suficiente. Irónicamente, dos siglos después, los jenízaros — que tuvieron un origen similar a los mamelucos—, rechazaron los nuevos ingenios militares, como las formaciones en cuadros de fusileros y la bayoneta, y consecuentemente experimentaron derrotas que condujeron al desmembramiento del Imperio otomano.

LA ORGANIZACION JERÁRQUICA MAMELUCA
Los mamelucos establecieron un gobierno militar fuertemente centralizado debido a las amenazas permanentes de parte de cruzados y mongoles.
En primer lugar tenían una jefatura espiritual representado por el califato abbasí trasladado de Bagdad a El Cairo por recomendación de Baibars en 1261 y que duró hasta la llegada de los otomanos en 1517. Sin embargo, estos califas fueron meras figuras decorativas del régimen mameluco.
Seguidamente estaba el cargo del hombre fuerte del reino, el sultán, delegado ejecutivo del califa y gobernador de Egipto, Palestina y Siria.
Luego estaba el Consejo de los 24 Emires, todos ellos grandes comandantes militares (los Ahl al-Saif, Gente de la Espada), que recibían cada uno el nombre en árabe de Amir mia wa muqaddam alf e integraban una Asamblea llamada Umara al-Mushara.
El estado teocrático mamluco estaba regido por los jueces supremos musulmanes (Qadi al-Qudat Madhab) de la cuatro escuela de pensamiento sunníes: shafií, malikí, hanafí y hanbalí. Con éstos magistrados colaboraban distintos funcionarios: el inspector general de pesos y medidas y de la moral y el orden público (Muhtasib), el Sheij responsable de los hospitales y monasterios de las órdenes sufíes, los Imames de las mezquitas y los predicadores y los Alfaquíes (Fuqaha), jurisperitos.
El sistema resultaba muy eficiente por la celosa y apropiada administración de las distintas secretarías que estaban bajo la dirección de un Ministro o Visir (Wazir), y sus funcionarios llamados la «Gente de la Pluma» (Ahl al-Qalam): Administrador estatal de la corona (Nazir al-Jass), Administrador civil de las finanzas del ejército (Nazir al- Ÿaish), Primer tesorero (Sahib Bait al-Mal), Canciller o «Secretario del secreto» (Katib al-Sirr), Administrador de terrenos reales (Diwan al-Jass), Administrador financiero (Diwan al-Ÿaish), Secretarios y Magistrados (Kuttab al-Dast) y Escribientes de manuscritos y secretarios adjuntos (Kuttab al-Darÿ).
Los mamelucos conquistaron Nubia —el Sudán actual— y dominaron el comercio en el mar Rojo, al tiempo que protegían los santos lugares del Hiÿaz (La Meca y Medina). Gracias a su excelente administración y habilidad comercial, El Cairo volvió a ser una metrópoli económica.

UNA ARQUITECTURA SOBRESALIENTE
El período mameluco fue una época de extraordinaria brillantez en las artes. También supuso un período de expansión comercial; los comerciantes de especias de Egipto, los karimí, disputaron con los emires en el patronazgo de las artes.
Los mamelucos, grandes mecenas, embellecieron El Cairo con suntuosos monumentos: la Mezquita de al-Zahir Baibars (1266-1269), Hospital, Mausoleo y Madrasa de al-Qala’ún (1284-1285), Madrasa y Mausoleo de al-Nasir Muhammad (1295-1303), Mausoleos de los emires Salar y Sanÿar al-Ÿawli (1303-1304), Mezquita de al-Nasir Muhammad (1318-1335), Mezquita del emir Altunbuga al-Maridaní (1339-1340), Mezquita-madrasa del sultán Hasan (1356-1359), Madrasa del emir Mitqal (1361-1374), Mausoleo de Yunus al-Dawadar (1382), Madrasa de Barquq (1384-1386), Janaqah y Mausoleo de Barquq (1399-1412), Mezquita de al-Mu’ayyad Sheij (1415-1421), Mausoleo y Janqah de al- Ashraf Barsbai (1432), Conjunto funerario del sultán Inal (1451-1460), Conjunto funerario del sultán Qayitbai (1472-1474), Mezquita-madrasa, Mausoleo del sultán Qansuh al-Gurí (1499-1505), Janqah de Qurqumaz (1506-1507), junto con diversos caravansares (hospedajes para viajeros, en general con intereses comerciales) y baños públicos (hammamat).
El Caravansar del sultán Qansul al-Gurí (g-1498-1505), construido entre 1504-1505, es un ejemplo del alto grado alcanzado por la arquitectura de los mamelucos. Es un edificio de varias plantas y almacenes, con balcones trabajados en madera vueltos hacia el típico patio interior de las construcciones islámicas, con su fuente para las abluciones. El estilo clásico mameluco, como el nasrí granadino o el indiomogol produjeron edificios que sorprenden por su eterna modernidad.
Otro clásico edificio mameluco era aquel que albergaba un convento o monasterio llamado Janqah, conocido en otras partes del mundo islámico como zagüía o tekké. Esta era una fundación dirigida por un sheij y provista de fondos donados para el mantenimiento de una orden sufí. Los sufíes gozaron de un período de gran protección y prosperidad bajo los mamelucos.
Por otra parte, los monumentos y edificios que enumeramos y que lamentamos no poder describir y detallar —el límite de este apunte no lo permite—, son a simple vista los más bellos e importantes de la capital egipcia. Se podría decir que los mamelucos fueron los mayores constructores entre todas las dinastías islámicas. Recomendamos consultar las obras especializadas sobre esta temática del islamólogo de origen ruso Oleg Grabar y las del arquitecto suizo nacido en Alejandría Henri Stierlin.

GRANDES PERSONAJES DE LA EPOCA
Los datos que poseemos sobre la época mameluca son abundantes y precisos debido a la gran cantidad de científicos, geógrafos, médicos, secretarios e enciclopedistas que florecieron durante esa civilización. La vida intelectual de la época mameluca brilló con los historiadores y los cronistas. El famoso viajero tangerino Ibn Battuta (1304-1377) visitó El Cairo mameluco en 1326 y 1349 y en su diario de viajes no cesa de elogiar las cualidades de sus gobernantes y el orden imperante en ciudades y pueblos (cfr. Ibn
Battuta, A través del Islam, Alianza, 1988, págs. 117-149 y 745-747).
Y fue en el Egipto mameluco donde culminó la redacción de «Las mil y una noches», que reflejan el grado de civilización alcanzado por las dos dinastías.

Ibn Jalikán
Shamsuddín Abu-l-Abbás Ahmad al-Barmakí Ibn Jalikán nació en Irbil, o Arbela (Irak), en 1211, y murió en El Cairo en 1282. Fue profesor en la madrasa Fajría de El Cairo, y aprovechó el tiempo que estuvo en este cargo para terminar su gran diccionario biográfico. Este se llama en árabe,Uafiát al-a’ián ua-anba’ abna az-zamán(“Las perfecciones de los conspicuos y la información de los hijos de la época”), traducido por el irlandés William McGuckin de Slane, con el título: Ibn Khallikan: Biographical Dictionary, Londres, 1842-1871. Es un diccionario de los grandes hombres del Islam, excluyendo a los compañeros del Santo Profeta (BPD), a los cuatro primeros califas, y en general a los personajes del primer siglo de la Hégira. Comenzado en El Cairo en 1256, fue completado en la misma ciudad en 1274, después de haber sido interrumpido por la misión del autor como gran cadí de Siria, en la ciudad de Damasco. El manuscrito se encuentra en el Museo Británico (publicado por Dar al-Taqafa en 8 vols., Beirut, 1968). Véase Ibn Khallikan’s Biographical Dictionary, Librairie du Liban, Beirut, 1970.

Ibn Uasil
El sirio Ÿamaluddín Muhammad Ibn Uasil (1207-1298), diplomático y jurista, dejó una crónica del período ayyubí y del comienzo de la era mameluca llamada Mufarriÿ al-kurub fi ajbar bani Ayyub (ed. H.M. Rabie, El Cairo, 1979). En 1261 fue enviado como embajador del sultán mameluco Baibars a la ciudad italiana de Barletta (al norte de Bari), a entablar una alianza con Manfredo (1232-1266), rey de Sicilia y Nápoles. Este era hijo de Federico II, y como su padre, fue excomulgado (1258) por el pontífice Alejandro IV, por su actitud favorable hacia los musulmanes. Ibn Uasil describe a Manfredo como «un hombre distinguido, amante de las ciencias especulativas que conocía a fondo las diez proposiciones del Libro de Geometría de Euclides». Manfredo moriría peleando contra las fuerzas de Carlos de Anjou (1226-1285) en la batalla de Benevento. Aparentemente, su obra no se editó nunca, aunque en las obras de J.F. Michaud y Francesco Gabrieli hay citas y traducciones fragmentarias.
Un contemporáneo de Ibn Uasil fue el historiador egipcio Ibn Abd az-Zahir (1223-1293), secretario de los sultanes Baibars (1223-1277) y Qa’laûn (muerto en 1290), que tuvo la mala fortuna de ver su obra principal, la “Vida de Baibars”, Sirat Baibars, resumida por un sobrino ignorante que no nos ha dejado sino un texto truncado e insulso. Los pocos fragmentos que nos han llegado de la obra original revelan un verdadero talento de escritor y de historiador.

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Ibn Nafís
Sobre el médico musulmán de origen sirio llamado Ibn al-Nafís (1210-1288) se tienen pocos datos, ya que un contemporáneo suyo, el bibliógrafo y médico Ibn Abi Usaibí’a (1194-1270), no le menciona en su ‘Uiún al-anba fi tabaqat al-atibba (“Las fuentes esenciales de la clasificación de los médicos”), que contiene 380 biografías, comenzando por los griegos y finalizando con sus contemporáneos (ed. Muller, 2 vols., 1884.).
Ibn al-Nafís estudió, además de medicina, gramática, lógica y teología. Fue médico principal en Egipto y médico personal del sultán mameluco Baibars.
Asimismo, Ibn al Nafís desarrolló una destacable actividad literaria. Sin embargo, su más importante logro es el haber descubierto la circulación menor de la sangre. Esto ocurría tres siglos y medio antes de la época de William Harvey (1578-1657), el médico inglés a quien se atribuye el «descubrimiento». Lo que hace especialmente notable el descubrimiento de Ibn al-Nafís es el que llegó a él más por deducción que por disección. Se ha descrito a este científico del siglo XIII como «el que no receta una medicina cuando bastará con la dieta».

Ibn al-Quff
Ibn al-Quff (1233-1286) es un médico de origen sirio que utiliza las enseñanzas de Abulcasis y las aplica en los tratamientos de las heridas producidas en los combates mantenidos entre los musulmanes y los invasores cruzados. en tierras de Egipto y Palestina. Su obra principal, el Kitab al-’umda fi sina’at al- ÿiraha (“Libro del arte de la cirugía”) ofrece un completo tratado sobre cirugía. Ibn al-Quff pretende mediante este trabajo que los cirujanos aprendan teoría médica, para de ese desempeñar correctamente la labor que tienen encomendada. Su obra, pese a no ser muy divulgada, es un importante eslabón en la cirugía medieval.

Abulfeda
Ismail Ibn Alí al-Malik al-Mu’ayyad Imaduddín, llamado Abu-l-Fida (latinizado Abulfeda), nació en 1273 y murió en 1331. Pertenecía a la familia de los ayubíes, como Saladino, y sus antepasados habían sido gobernadores de Hamah, en Siria. Recibió educación de guerrero y de letrado; a los doce años acompañó a su padre al sitio de la fortaleza de al-Marqab (sobre la costa, entre Tartús y Latakia), arrebatada a los Hospitalarios en 1285. Más tarde combatió nuevamente contra los cruzados en la toma de Trípoli (Líbano) y en el asedio de San Juan de Acre (Palestina) donde mandaba un pelotón de diez hombres. Experimentado historiador y geógrafo.Mujtasar ta’rij al- bashar, una historia universal desde la Creación al año 1329, yTaqwím al- buldán (“Localización de los países”), un tratado de geografía, son sus obras más conocidas.
Abu-l-Fida escribió alrededor del año 1300 que Arbuna (Narbona, en el Bajo Languedoc, Francia) fue un importante centro comercial bajo los musulmanes: por entonces los barcos podían remontar el curso del Aude hasta la ciudad, e incluso llegar más arriba. De ahí partían navíos hacia Alejandría, el mayor puerto del Oriente musulmán, cargados de cobre y estaño procedentes de Toulouse, donde previamente habían descendido la mercancía que traían de Inglaterra, pasando por Burdeos y el Garona (cfr.La Géographie d’Abu l-Fida. Traducción de J.T. Renaud, París, 1848, t. III, pág. 307; Mujtasar ta’rij al-bashar, Ed. al-Husainiyya al-Misriyya, El Cairo, 1905-1906). Abul-l-Fida fue hecho gobernador de Hamah en 1310 por los mamelucos, y en 1320 se le confirió el rango de sultán. Durante su mandato patrocinó la construcción de numerosos hospitales, madrasas (escuelas teológicas) y jankahs (monasterios sufíes).

An-Nuwairí
An-Nuwairí (1279-1332), nacido en el Alto Egipto, fue katib (secretario) de la administración mameluca. Es el autor de una monumental enciclopedia que encierra todo el saber de su época, en cuyo título destaca su predilección por la estética y el conocimiento: «El fin último en las técnicas de la literatura» (Nihayat al-arab fi funun al- adab), editada por Ahmad Zaki Pashá en 18 volúmenes en El Cairo, entre 1923-1944, reimpresa en 1963. An-Nuwairí, Ibn Fadl Allah al-Umarí y al-Qalqashandí son los tres más grandes representantes de la literatura y la historia enciclopédica islámica de la época mameluca.
Ibn Fadl Allah al-Umarí
Shihabuddín Ahmad Ibn Fadl Allah al-Umarí (1301-1349), nació en Damasco. Siendo muy joven, reemplazó a su padre en el cargo de canciller de la administración central en El Cairo. Es el autor de una vasta enciclopedia de más de veinte tomos intitulada «Los caminos de los perspicaces en los reinos de los confines» (Masalik al-absar fi mamalik al-amsar), de la cual sólo se publicó el primer volúmen (El Cairo, 1924), y el islamólogo francés Maurice Gaudefroy-Demombynes (1862-1957) hizo una traducción parcial, editada en París (1927).

Ibn Jaldún
Abu Zaid Abdurrahman Ibn Jaldún al-Hadramí (1332-1406), llamado Abenjaldún por los latinos, es uno de los más importantes historiadores y el primer sociólogo del Islam. Nacido en Túnez, realizó toda su actividad principalmente en el Magreb y al-Ándalus. Su obra más conocida es el tratado de historia llamado al-Muqaddimah (“Los Prolegómenos”). Debido a diversas persecuciones, a partir de 1382 se vio obligado a refugiarse en Egipto, donde ocupará el cargo de Gran Cadí (Juez supremo) de la escuela maliki de pensamiento en la administración de los sultanes mamelucos burÿíes.
Posteriormente, residió un tiempo en Damasco (1399-1341) y durante el asedio de esta ciudad por los invasores mongoles (enero y febrero de 1401), salvó la vida gracias a la admiración que Timur Lang (1336-1405), llamado Tamerlán en Occidente, tenía por los sabios. Finalmente, se estableció como magistrado en El Cairo y fue profesor de la Universidad de Al-Azhar.

Al-Maqrizí
Taqiuddín Abu-l-Abbás Ahmad al-Maqrizí debe su apodo por el cual es conocido, a un suburbio de la ciudad libanesa de Baalbek, donde su abuelo había habitado antes de emigrar a Damasco; después su padre se estableció en El Cairo, donde nació nuestro autor en 1365. Tras ocupar funciones en la administración mameluca y en la enseñanza, decidió abandonar la carrera pública para consagrarse a la historia. escribió numerosas obras, entre ellas una historia de los fatimíes llamada Itti’az al-hunafa’ bi-ajbar al-a’imma al- fatimiyyín al-julafá (publicada en El Cairo en tres vols., 1967), otra de los sultanes mamelucos con el título de Suluk limaarifa Dúal-al-Muluk (“La marcha hacia el conocimiento de las dinastías reales”), de la cual el especialista francés Etienne-Marc Quatremère (1782-1857) tradujo dos volúmenes (Histoire des sultans Mamlouks, París, 1837-45).

En este último trabajo se detalla con abundantes referencias a la clase político-militar de los mamelucos. Al-Maqrizí es igualmente conocido por su trabajo Kitab al-Maua’iz ua-l- i’tibar fi dikr al-jitat ua-l-atar (“Libro de las exhortaciones y consideraciones”), también llamado al-Jitat (“El Catastro”), que es una historia y geografía del Egipto que trata especialmente de la topografía de El Cairo. Asimismo, tiene un inconcluso diccionario alfabético de biografías de todos los príncipes y hombres célebres del Egipto islámico; la obra completa debía constar de ochenta volúmenes; solamente deciséis han sido debidamente identificados. Sus trabajos cubren la historia de Egipto entre 1181 y 1442. Al-Maqrizí falleció en 1442.

Al-Qalqashandí

Al-Qalqashandí (1335-1418), al igual que su antecesor Ibn Fadl Allah al-Umarí, fue canciller de los mamelucos, conocido con el título del «Secretario del secreto» (katib al- sirr). Su obra enciclopédica la terminó en 1412, a la edad de setenta y siete años. El nombre que le dio, un tanto extraño debido a las exigencias de estilo de la época, en la que los títulos debían tener una rima elegante, encierra una metáfora relativa a la búsqueda de la luz y la inspiración literaria: «La mañana del hemeralope en las artes de la redacción» (Subh al-a’sha fi sina’at al-insha’). Esta contiene una información valiosísima, muy precisa y detallada, sobre la historia y la civilización islámica en el Egipto y la Siria de los siglos IX a XV. Fue publicada en 14 volúmenes en El Cairo, entre 1913 y 1919.
Al-Qalqashandí, al igual que sus pares antes citados, demuestra tener una cultura y unas informaciones históricas, geográficas y científicas considerables, producto del riquísimo universo mameluco, tan poco estudiado hasta el presente.

Al-Suyutí
Ÿalaluddín Abu-l Fadl Abdurrahman al-Assuiutí, más conocido por la fonética de al- Suyutí (1445-1505), era oriundo de una familia persa establecida desde hacía más de tres siglos en Assuiut, en el Alto Egipto. Afamado polígrafo y enciclopedista, es autor de trescientos quince escritos sobre la Tradición del Profeta (Sunna), Narraciones y dichos (Ahadith), jurisprudencia (fiqh), lingüística, ciencias, historia y literatura. Su «Historia de los Califas» (Tarij al-Julafa) fue muy admirada por sus valiosos detalles (publicada por al-Sa’ada, El Cairo, 1959). Se extiende desde Abu Bakr hasta el año 1497. Su «Historia de Egipto y de El Cairo», llamada en árabeHusn al-Muhadara, es una compilación de veintiocho obras históricas. Su Taqrir al-istihad fi tafsir al-iÿtihad fue publicado por Dar al-Dawah, El Cairo, 1983.

Bibliografía esencial
Esin Atil:Renaissance of Islam. Art of the Mamluks, Smithsonian Institution Press, Washington, 1981.
Claude Cahen: Introduction a l’histoire du monde musulman médiéval XIIe-XVe Siècle, J. Maisonneuve, París, 1982.
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R. Grousset: Histoire des croisades et du royaume franc de Jérusalem, vol. VII y VIII, Tallander, París, 1981).
Robert Irwin: The Middle East in the Middle Ages: The Early Mamluk Sultanate, 1250-1382, Southern Illinois University Press, Illinois, 1986.
J.F. Michaud: Histoire des croisades, 4 vols., Editions de Saint-Clair, París, 1966-1967.
Nasser O. Rabbat: A New Interpretation of Royal Mamluk Architecture, E.J. Brill, Leyden,
1995.
Amín Maalouf: Las cruzadas vistas por los árabes, Alianza, Madrid, 1997.
David Nicolle: The Mamluks, 1250-1517, Osprey, Londres, 1993.
Robert Payne: El sueño y la tumba. Historia de las cruzadas, Península, Barcelona, 1997.
Henri y Ann Stierlin: Splendours of an Islamic Civilization. The Eventful Reign of the Mamluks, Tauris Parke Books, Londres/Nueva York, 1997.
Henri Stierlin: Islam. Volume II: From the Mamluks of Cairo to the Nasrids of Granada, Taschen, Köln, 1998.

NOTAS
(1) Mamluk (castellanizado mameluco) es una palabra árabe que significa «poseído», «gobernado», es decir esclavo de origen no-musulmán. Los esclavos que componían la institución mameluca dominante habían llegado a Egipto y Siria en calidad de paganos, llevados por venecianos y genoveses y otros mercaderes para ser vendidos allí. El apodo del sultán Qala’ún al-Alfi suele interpretarse por el hecho de que había costado mil (alf) dinares, mientras que el gran Baibars, azote de cruzados y mongoles, sólo se pagaron cuarenta dinares, porque tenía un defecto en un ojo. Los jóvenes mamelucos que compraban los sultanes ayubíes recibían una concienzuda educación islámica y buena preparación militar en colegios especiales de El Cairo, y cuando, al cabo de de varios años, salían de ellos completamente transformados, se enrolaban en el cuerpo de los mamelucos reales y recibían la libertad, caballos y el equipamiento debido, además de una tenencia de tierra que les permitía vivir independientemente. En su mejor momento, el soldado mameluco de caballería era notable por su pericia ecuestre y por su habilidad en el amnejo de las armas, en particular el arco y la lanza. Las tropas mamelucas mantenían su alto nivel de manejo de armas con prácticas, entrenamientos y ejercicios en varios terrenos especialmente acotados que había en torno a el Cairo, y la literatura que ha llegado hasta nosotros sobre estos «ejercicios caballerescos» (furusiyya) nos da descripciones detalladas de los procedimientos a seguir, junto con útiles ilustraciones del equipamiento a usar. Había ejercicios coordinados de caballería y juego de polo y esgrima, de lucha libre y de arquería. Conviene también mencionar en este punto la importancia que tuvieron los períodos ayubí y mameluco en el desarrollo de la heráldica. Durante estos períodos, los grandes emires usaban blasones que el sultán les había concedido a título individual. Las palabras árabes con que se designaban estos blasones eran rank (derivada de una palabra persa: rang, que significa “color” y que originó el término “rango” como expresión de jerarquía —en inglés se dice rank) y shi’ar, que quiere decir «emblema». Estas divisas parecen tener origen en los cargos de la casa o la administración del sultán que ostentaban esos emires; así, por ejemplo, el maestre de polo ostentaba palos de polo, etc. A mediados del siglo XIV, un monje irlandés viajero, émulo de San Brendan, presenció en El Cairo un gigantesco partido de polo jugado por seiscientos caballeros mamelucos (trescientos por bando) que era muy similar al (hurling) que «jugaban los pastores en los países cristianos con una bola y un palo curvo, excepto que el sultán y sus nobles nunca golpeaban la bola a menos que estuvieran montados a caballo… Esto provocaba que muchos caballos y caballeros quedasen incapacitados para el servicio activo en el futuro». El sultán Aibak, esposo de Shaÿar ad-Durr, era un entusiasta y formidable jugador de polo.
(2) Hacia 1798 el Imperio otomano concertó una alianza con Inglaterra contra la Francia revolucionaria. Napoleón Bonaparte (1769-1821), inquieto general de la República, pensaba que la batalla contra los ingleses no debía ser librada en el Támesis sino en el Nilo. Los ingleses necesitaban de Egipto, Palestina y Siria para asegurarse la ruta a la India. Además el estratega corso soñaba con reabrir el antiguo canal de los faraones, pasar sus navíos al mar Rojo y socorrer con su ejército al sultán Tipu de Mysore (1750-1799) en el sur del subcontinente asediado por un contingente británico entre los que se encontraba Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington.El 21 de julio de 1798, entre las pirámides y el Nilo, el ejército bonapartista derrotó a la columna egipcia (seis mil mamelucos y quince mil fellahín) de Murad Bey que representaban los intereses anglo-otomanos en la región. La carga de caballería de los mamelucos fue desbaratada por el nutrido fuego de fusilería de los granaderos franceses. La mayoría de los jerarcas mamelucos huyeron a Siria y luego ayudaron a los británicos en Acre (Palestina) contra el infructuoso sitio que realizó Bonaparte entre el 17 de marzo y el 21 de mayo de 1799. También participarían del ataque anglo-turco contra Abukir el 25 de julio de 1799 que terminó en un desastre.

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(3) Muhammad Alí o Mehmet Alí (1769-1849), nacido en Kavala (Grecia), de padres albaneses, tuvo una formación militar. Desde 1799 hasta 1801 luchó en varias batallas en Egipto, entonces parte del Imperio otomano, contra las tropas francesas dirigidas por Bonaparte. En 1805 Muhammad Alí fue nombrado virrey de Egipto por los ulemas de El Cairo, con el título de pashá. Inspirándose en las enseñanzas de Bonaparte reorganizó el ejército. En 1807 derrotó una invasión británica. Cuatro años después aseguró su supremacía en Egipto al eliminar a los mamelucos,que conspiraron para arrebatarle el poder. Muhammad Alí fomentó las ciencias y las artes y creó nuevas industrias nacionales impulsando notablemente el desarrollo de Egipto. Ante los musulmanes apareció como el defensor de la doctrina del Profeta (BPD) contra la corrupción otomana y sus aliados británicos. Ideó un sistema de revolución agraria islámica, aboliendo la propiedad territorial privada, transformando de esta manera a los terratenientes en arrendatarios del Estado. Fue el fundador de la ciudad de Jartúm en 1823, hoy capital del Sudán.
(4) . Los nizaríes fueron una rama de la secta ismailí. Partidarios de Nizar, uno de los hijos del califa fatimí al- Mustansir (g.1038-1094) se convirtieron en disidentes y enemigos de los fatimíes, ayubíes y mamelucos. Tuvieron cierto desarrollo en Egipto, Siria e Irán entre los siglos XI y XIII. De su seno surgió un movimiento conocido en Occidente como los «Asesinos» (en árabehashashíyyín”drogados de hachís”), que tomarían dos fortalezas convirtiéndolas en sus bases operacionales, una en Alamut, en las montañas del norte de Irán, en 1090, y otra en Masyaf, cerca de Hamah, Siria, en el siglo XII. Su objetivo era eliminar a las principales personalidades religiosas, militares y políticas musulmanas o conseguir dinero de ellas a cambio de «protección». Esta verdadera maffia fue combatiza tenazmente por el sultán Saladino y sus sucesores. Alamut fue conquistada por los mongoles de Hulagú en 1256 quienes, paradójicamente, liberaron al gran sabio y astrónomo Nasiruddín at-Tusí (1201-1274) de la escuela shií que se hallaba prisionero en las mazmorras de esos criminales. No confundirlos con los nusairíes, otro grupo sincrético escindido del ismailismo, fundado en Irak por Muhammad Ibn Nusair en 859.

R.H. Shamsuddín Elía
Profesor del Instituto Argentino de Cultura Islámica

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