Ética Islámica

Por Ayatullah Morteza Mutahari

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La ética o moral islámica comprende los actos que debe realizar el creyente de acuerdo a las normas islámicas ya sean estas comprendidas en la jurisprudencia (el Sagrado Corán) o en la tradición del Profeta Muhammad (B y P) y luego los Imames de Ahlul Bayt (la descendia de la casa del Profeta).

A continuación se transcriben algunos relatos reveladores de la moral islámica en la figura del mismo Profeta o los Imames

«Ellos son quienes Dios ha dirigido. Sigue tú su dirección »

Corán 6:90

1 – El Profeta Muhammad y los dos círculos de creyentes

El Profeta (PBd) entró en la Mezquita de Medina1 y su mirada se posó sobre dos grupos, cada uno de los cuales formaba un círculo.
Uno de ellos se dedicaba a prácticas de adoración y dikr (recuerdo) de Dios, el otro a la enseñanza y al estudio.
El Profeta (PBd), recorriéndolos con la mirada, se regocijó y se alegró al verlos: -Estos dos grupos hacen buenas obras y están en el camino del bien y de la felicidad- dijo volviéndose hacia a aquellos que le acompañaban, después añadió: -He sido enviado sobre todo para enseñar y para instruir-. A continuación se dirigió al grupo de aquellos que se afanaban en el estudio y la enseñanza y se unió a su círculo.

2 – El hombre que pidió ayuda

Meditando sobre su pasado cargado de penas, recordaba los días amargos y llenos de aflicción que había pasado, en los que ni siquiera podía asegurar la subsistencia diaria a su esposa e hijos. Y meditaba sobre la manera en que esta corta frase, nada más que una frase, le vino al oído en tres ocasiones, le fortaleció el espíritu y cambió el curso de su existencia, salvándole a él y a su familia de la pobreza y de la miseria que les abrumaba.
Era uno de los compañeros del Profeta (PBd) y la pobreza y la indigencia habían hecho presa en él. Sintiéndose desesperado, finalmente, un día decidió, tras haber consultado con su mujer y aconsejado por ésta, ir a exponer su situación al Profeta (PBd) y pedirle ayuda económica.
Salió pues con esta intención. Pero no había presentado todavía su petición cuando la siguiente frase le llegó al oído: “Ayudamos a quienquiera que nos pida ayuda, pero Dios eliminará la necesidad de quien disimule la dificultad y se abstenga de tender la mano ante una criatura”.
Volvió a su casa aquel día sin haber dicho una palabra y se encontró de nuevo cara a cara con la silueta de la pobreza planeando sobre su casa. Al día siguiente, decidido, se dirigió con la misma intención de entrevistarse con el Profeta (PBd), de boca de quien escuchó de nuevo la misma frase:
“Ayudamos a quienquiera que nos pida ayuda, pero Dios eliminará la necesidad de quien disimule la dificultad y se abstenga de tender la mano ante una criatura…”. Volvió a su casa otra vez sin haber manifestado todavía su petición.
Viéndose así siempre entre las garras de la pobreza, débil, miserable e impotente, se dirigió por tercera vez y con la misma intención al Profeta (PBd), Éste movió de nuevo los labios repitiendo la misma frase en el mismo tono que daba vigor al corazón y certeza al espíritu.
El hombre notó entonces, al escuchar esta frase, certeza en su corazón y sintió que aquello significaba la llave de su problema.
Salió andando con un paso más seguro, diciéndose: “No iré jamás en busca de la ayuda y de la asistencia de las criaturas. Me apoyaré en Dios y recurriré a la energía y a las capacidades que han sido depositadas en mi ser. Le pido a Él que me conceda el éxito en aquello que emprenda y me preserve de la necesidad. ¿Qué labor soy capaz de llevar a cabo?” -se preguntó-.
Le pareció que por el momento era capaz de ir al bosque y recoger leña como combustible y llevarla a vender. Tomó prestada un hacha y se dirigió al bosque. Recogió leña y la vendió, saboreando el placer del producto de su trabajo. Continuó su trabajo durante los días siguientes hasta que pudo procurarse con el dinero poco a poco, ganado, una bestia de carga, un hacha y otros instrumentos de trabajo. Perseveró así en su labor hasta proveerse de un capital y de esclavos.
Después de esto el Profeta (PBd) vino un día y le dijo, con una sonrisa en sus labios: – ¿No te lo había dicho? Ayudamos a quien quiera que nos lo pida, pero Dios…

3 – Petición de un du’a

Un individuo excitado y ansioso, se aproximó a Imam As-Sadeq (P) y le dijo:

– ¿Quieres hacer un du’a (súplica) a mi favor para que Dios me conceda ayuda, pues soy realmente pobre y sin recursos?
– Jamás haré un du’a como ese -respondió el Imam-.
-¿Por qué? -inquirió el hombre-.
– Porque Dios ha determinado una vía para ello. Ha ordenado aplicarse en la búsqueda del pan cotidiano, y solamente después, reclamarlo. Pero tú, quieres permanecer sentado en tu casa y atraer el pan de cada día con la invocación.

4 – La ligadura de rodillas del camello

La caravana había caminado durante varias horas, y el cansancio se hacía sentir entre los jinetes y las cabalgaduras. Así que, en cuanto alcanzó un paraje provisto de agua, la caravana hizo alto. El Profeta (PBd), que acompañaba a la caravana, también hizo arrodillar a su camello y descendió de su montura. Todos se ocuparon, ante todo, de alcanzar el agua y hacer los preparativos de la oración.

Tras haber puesto pie en tierra, el Profeta (PBd) se dirigió hacia el agua. Pero después de recorrer cierta distancia, sin decir nada a nadie, se volvió hacia su montura. Sus compañeros se preguntaban con asombro si no habría desaprobado este lugar para hacer alto y si daría la orden de partir de nuevo.

Esperaban pues, todo oídos, la orden de salida. La asamblea aumentó su asombro al ver que, llegado a su camello, el Profeta (PBd) cogió una rodillera y le ató las rodillas; volviendo hacia su destino anterior.

De una y otra parte salieron exclamaciones:
-¡Oh Enviado de Dios! ¿por qué no nos has pedido que hagamos ese trabajo en tu lugar y te has molestado en volver sobre tus pasos, cuando nosotros hubiésemos estado orgullosos de rendirte ese servicio?
– No pidáis nunca ayuda a otro en vuestros asuntos -les respondió- y no os apoyéis sobre los demás, aunque no sea más que para pedir un palillo.

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