Rabi’a de Basora
Rabi’a al-’Adawiyya (713?-801) nació en Basora (Irak) en el seno de una familia pobre. Fue una mujer piadosa que a pesar de su belleza inusitada se despreocupó de la vida mundanal, dedicándose exclusivamente al ascetismo y gnosticismo del Islam. Poetisa, una de sus súplicas expresa su profundo pensamiento:
«¡Oh mi Señor!, si Te adoro por miedo del Infierno, quémame en el Infierno, y si te adoro por la esperanza del Paraíso, exclúyeme de él, pero si te adoro por Ti mismo no me apartes de Tu belleza eterna» (Margaret Smith: Rabi’a the mystic and her Fellow-Saints in Islam, Cambridge,1928, pág. 30).
El teologo y místico iraní al-Gazalí (1058-1111), en suIhiá ‘Ulum al- Din (“Vivificación de las ciencias de la fe”) concuerda con este pensamiento de Rabi’a y agrega: «… el que ama a Dios solamente como benefactor y no lo amaporDios mismo, es evidente que lo amará con menos intensidad, pues que su amor dependerá tan solo de los beneficios que de El reciba, los cuales pueden ser muchos o pocos, y además, en el momento de la tribulación no podrá amarlo como en el de la prosperidad y bienestar; en cambio, si ama a Dios por Dios, es decir, porque merece ser amado en razón de sus perfecciones infinitas, por su hermosura, majestad y gloria, no aumentará ni amenguará su amor en función de los beneficios, muchos o pocos, que de El reciba».La islamóloga Luce López-Baralt de la Universidad de Puerto Rico dedica un capítulo entero de su obra erudita Huellas del Islam en la literatura española. De Juan Ruiz a Juan Goytisolo (Hiperión, Madrid, 1985, Cap. V, págs. 99-117), para demostrar con múltiples análisis que la oración de Rabi’a es la fuente directa o indirecta del famoso soneto anónimo de fines del siglo XVI, o principios del XVII, atribuido indistintamente a San Ignacio de Loyola (1491-1556), a San Francisco Javier (1506-1552), a Santa Teresa de Avila (1515-1582), a Fray Luis de León (1527-1591), a San Juan de la Cruz (1542- 1591) o a Lope de Vega y Carpio (1562-1635), y que comienza con el verso: «No me mueve, mi Dios, para quererte…». Miguel Asín Palacios confirma su origen islámico en El Islam cristianizado. Estudio del «sufismo» a través de las obras de Ibn ‘Arabi de Murcia, Hiperión, Madrid, 1981.
Otra conocida súplica de Rabi’a expresa lo siguiente:
«¡Oh, Dios! Sea cual fuere la parte de este mundo que me hayas asignado, concédesela a tus enemigos; y sea cual fuere la parte del otro mundo que me hayas asignado, concédesela a tus amigos. Tu ya eres bastante para mí».
Al-Suhrauardí
Sihabuddín Iahia al-Suhrauardí, llamado as-Sheij al-Ishraq (“El Maestro de la luminosidad»), nació en 1154 en Suhrauard (Irán), ciudad aun floreciente en medio de la feroz invasión de los mongoles. Muy joven todavía, estudió en Maraga, en el Azerbayán, luego se trasladó a Isfahán, donde aun seguía viva la tradición avíceniana. Pasó luego algunos años en el sudoeste de Anatolia, hoy Turquía, donde fue muy apreciado por sus conocimientos por los musulmanes selyukies de Rum. Establecido en Siria, hizo amistad con el gobernador de Alepo al-Malik az-Zahir (hijo del sultán Saladino), que fue luego amigo de Ibn Arabi de Murcia. AI-Suhrauardí pereció de forma misteriosa en la fortaleza de Alepo en 1191; contaba entonces treinta y seis años. Por esto sus biógrafos orientales le llamaron as-Sheij al-Maqtul (“el sheij asesinado”), y sus discípulos y partidarios as-Sheij as-Shahid (“el sheij mártir”). Pese a su corta vida, escribió cuarenta y nueve obras filosóficas y místicas, de las cuales cerca de veinte se encuentran publicadas en ediciones asequibles. Destaca su trabajo principal Kitab al-Híkmat al-Ishraq (“Libro de la sabiduría luminica”).
Véase Seyyed Hossein Nasr: Three Muslim Sages: Avicena, AlSuhrawardi, Ibn ‘Arabi, Caravan Books, Nueva York, 1964; The
Mystical & Visionary Treatises of Suhrawardi, The Octogon Press, Londres, 1982; S.Y. Suhrawardi: Le Livre de la sagesse orientale, avec les commentaires de Qotb Shirazi et de Mollah Sadra Shirazi, traducción y estudio de Henry Corbin, Verdier, Lagrasse, 1987.
Ibn al-Arabi
Abu Bakr Muhammad Ibn Al Ibn Muhammad al-Hatimí al-Ta’i Ibn al- Arabi , llamado Muhiiuddín (“vivificador de la fe”) y as-Sheij alAkbar (“Gran Maestro”), conocido en Occidente por Abenarabí, nació en Murcia, al-Andalus, el 28 de julio de 1165. Sus estudios literarios juveniles transcurrieron en la campiña andalusí de Lora del Río y Carmona. Con el tiempo Ibn al-Arabi se convertiría en un sabio piadoso, un asceta admirable y un poseedor de carismas innumerables. El ansia de saber condujo a Ibn al-Arabi a una prolongada vida peregrina a lo largo y a lo ancho de al-Andalus primero, del Norte de Africa (Marruecos y Tunicia) después, y a El Cairo y Jerusalem más tarde. Después de haber permanécido dos años de emociones espirituales en La Meca, plasmadas en su máxima obra, las «Revelaciones Mequíes» (Futuhat al-Makkiyya) visitó Anatolia, a Jerusalem y a El Cairo, otra vez La Meca, Anatolia, Bagdad, otra vez Anatolia. Luego se trasladó a Damasco, donde en 1229 compuso «Los engarces de la sabiduría» (Fusus al-Hikam). Allí residiría hasta su deceso, ocurrido el 10 de noviembre de 1240. Su tumba, en la que después fueron enterrados dos de sus hijos, aun se conserva y recibe veneración. Sobre ella los musulmanes otomanos edificaron una madrasa en la que se guarda su sepulcro.