El Islam en Africa

El Islam en Africa

Las civilizaciones swahili y sudanesa

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Las primeras noticias seguras sobre la historia del Africa interior coinciden con la llegada a la zona de los musulmanes árabes en el siglo VIII. Mediante la penetración política, religiosa y comercial, el Islam desempeñará un papel catalizador que sentó las bases para una solidaridad histórica continental.
Mientras que en África septentrional la hegemonía islámica posibilitó la creación de estados unitarios autóctonos y fuertemente organizados (Túnez, Marruecos, Egipto), en algunas regiones subsaharianas el contacto con los árabes y bereberes islamizados favoreció y aceleró la unión de las comunidades negras en unidades políticas territoriales estables y estructuradas. Esto fue en general el caso de los grandes imperios africanos como Malí, Ghana, Kanem-Bornú y otros reinos menores como Futa Ÿalón, Liptako, Haussa-Damana, Sennar, Darfur y mucho otros.
Por otra parte, es digno de mencionar que será la denominación musulmana del continente la que finalmente perdurará hasta nuestros días, África. Esta deriva de Ifriqiya, la antigua provincia integrada primeramente al califato omeya (hoy República de Tunicia o Túnez), —base logística fundamental a mitad de camino entre Egipto y Marruecos—, que según el historiador musulmán Ibn Jaldún recibe este nombre de su primer conquistador, Ifricos o Efriqish que vino con los himÿaríes o fenicios unos mil doscientos años antes de la era occidental (cfr. Ibn Jaldún: Introducción a la historia universal. Al Muqaddimah, FCE, México, 1977, pág. 104).

LA ISLAMIZACION DEL SUDAN ORIENTAL
El Sudán (del árabe Bilad as-Sudán “país de los negros”)
es una vastísima región intertropical de Africa, que limita al norte con el Sahara —la gran extensión desértica— separado , con el mar Rojo al este, con el océano Atlántico al oeste y al sur con el macizo etiópico, los grandes lagos, el Africa ecuatorial y las selvas de Guinea.
El mensaje monoteísta del Profeta Muhammad (BPD) llegó al Sudán oriental hacia 641. En ese año apareció en el norte del actual país denominado República Democrática del Sudán (Ÿumhuriyat as-Sudán ad-Dimukratiya) un ejército de veinte mil hombres comandados por Abdallah Ibn Sa’ad que llegó hasta Dongola —capital de Makurra, el reino más importante de los existentes en la región fundado en el siglo VI— en 643. Las hostilidades entre los musulmanes y los nubios cristianos monofisitas —originalmente vinculados a la Iglesia ortodoxa bizantina (llamados por los primerosrumat al- hadaq “agujereadores de pupilas”, por su infalible habilidad para acertar con sus terribles flechas en los ojos de los adversarios) continuaron hasta el siglo XII, cuando Salahuddín al-Ayyubí (1138-1193), el Saladino de los cruzados, derrotó a los nubios y conquistó la ciudad de Ibrim (localizada hoy en Egipto, al norte de Asuán) El siglo XIII es testigo de un acontecimiento muy importante para el Islam en esa región del levante sudanés. El sultán y héroe mameluco Ruknuddín Baibars (1223-1277), llamado al-Bundukdarí(el ballestero), vencedor de mongoles y cruzados (solicitar apunte Los mamelucos guardianes del Islam, 19 págs.), logró hacia 1260 islamizar el territorio y el idioma árabe fue adoptado por la mayor parte de la sociedad. Hacia 1291 la región fue visitada por dos comerciantes genoveses, los hermanos Ugolino y Vadino Vivaldi. Aparentemente, este fue el primer intento de los europeos de llegar por mar a la India. Se dice que los Vivaldi circunnavegaron el continente negro y fueron hechos prisioneros por un rey etíope.
El último rey de Dongola, Kudanles, fue derrotado en 1323 por el comandante Kanz ad-Daula, enviado del sultán mameluco Muhammad Ibn Qala’ún (g. 1309- 1340), que inicia la islamización de la cultura kushito-cristiana.

Entre el Chad y el Nilo
En los siglos XIV y XV se produjo el definitivo establecimiento de los musulmanes, que avanzaron hasta Darfur, y el progresivo debilitamiento de los reinos cristianos, cuya total desaparición coincidió con la del reino de Soba.
El reino cristiano de Soba, a orillas del Nilo Azul, dejó de existir con la entrada en escena del sultanato de Funÿ en 1504, año del que proceden las primeras noticias escritas de la historia del Sudán oriental. Este sultanato creado por Amara Dunkas (g. 1504-1534) asociando otros más pequeños, fijó su capital en Sennar, a orillas del Nilo Azul, mantuvo muy buenas relaciones con los musulmanes árabes de la confluencia de los Nilos Blanco y Azul, y alcanzó su esplendor entre los siglos XVI y XVII. Los dominios del mismo se extendían desde Dongola al norte hasta l región de Burún en el sur, mientras por el este no sobrepasaron la cordillera etiópica y hacia el oeste se quedaron a orillas del Nilo Blanco, que sólo atravesaron en alguna ocasión para establecer contacto con las montañas Nuba.
En el siglo XVI comenzó la penetración portuguesa en la región la cual se dirigió a combatir la presencia musulmana con especial encarnizamiento. En el Cuerno de Africa, en la zona de Harar había surgido un poderoso reino musulmán entre los nómadas somalíes. Su caudillo Ahmad Gran (1506-1543), dirigente reformista y militar, atacó la Etiopía cristiana hacia 1527. El soberano etíope solicitó entonces ayuda a los lusitanos, y así derrotaron a los musulmanes en 1542. Ahmad Gran fue capturado y degollado por los invasores mandados por Lisboa. Estos construyeron diversas fortificaciones para repeler los ataques islámicos, entre ellos el castillo de Gondar (al norte del lago Tana, Etiopía) que hoy día se encuentra casi intacto.

Suleimán Solón (1596-1637) impone la preponderancia del reino de Darfur. Más tarde tenemos el reino de Ahmad Bokor (1622-1722) que difunde el Islam y garantiza cierta seguridad. Todos estos reinos entrarán posteriormente en una rápida decadencia hasta que la región sea conmovida por la revolución islámica de Muhammad Ahmad al-Mahdí (1844-1885) y su lugarteniente Abdullah at-Taishí (1846-1899), que expulsará a los anglo-egipcios y mantendrá hasta 1898 un estado islámico conocido como la Mahdiyya, conquistado a sangre y fuego por el imperio británico (cfr. Donald Featherstone:Jartum 1885.La última resistencia de Gordon, Osprey/Ediciones del Prado, Londres/Madrid, 1994; Donald Featherstone:Omdurman 1898. La victoria de Kitchener en el Sudán, Osprey/Ediciones del Prado. Londres/Madrid, 1995).

LA CIVILIZACION DEL SUDAN OCCIDENTAL
Sin lugar a dudas, una de las dos grandes civilizaciones del Islam negro es la del Sudán occidental que engloba riquísimas culturas e imperios fascinantes. Veamos entonces cómo se estableció el Islam en la región a mediados del siglo XI.

Almorávides y Almohades
Alrededor de 1030 Abdallah Ibn Yassin y algunos bereberes musulmanes de Marruecos emigraron hacia lo que llamaban Bilad as-Sudán y fundaron un ribat (en ár. ermita, convento-fortaleza cuyos habitantes reciben el nombre de al-murabitún, morabitos) en una isla del río Senegal (curso de agua que hoy constituye la frontera entre la República Islámica de Mauritania y Senegal). Hacia 1042 ya contaban con algunos millares de seguidores, bereberes del sur magrebí y negros islamizados, con los que, en 20 años, lograrían controlar todo el territorio entre el Senegal y el Mediterráneo.
El nuevo imperio que crearon fue conocido por su designación primitiva: Almorávide, derivado de al-murabit, o morabito, «el que está de guarnición en un ribat», y se mantendría durante un siglo. Hacia 1070 el líder Yusuf Ibn Tashufín (m. 1106) fundó la ciudad de Marrakesh que sería la capital de la dinastía. Hacia 1076 los almorávides, con Yusuf Ibn Tashufín a la cabeza, conquistaron el reino sudanés de Ghana-Uagadú, llevando el Islam al centro del Africa En 1086 los almorávides abandonaron Ghana concentrando sus fuerzas para cruzar el estrecho de Gibraltar y desembarcar en España, donde llegaron como aliados de los llamados «reinos de taifas», los restos fragmentados del otrora brillante califato cordobés (929-1010) —ver el documento Al-Ándalus I (711- 1010). El califato de Córdoba—. Estos régulos habían pedido su intervención debido a las constantes aceifas cristianas que amenazaban la misma existencia de al-Ándalus.

Yusuf Ibn Tashufín cruzó entonces su ejército a través del estrecho de Gibraltar y con los refuerzos recibidos en Málaga, Granada y Sevilla venció completamente a las fuerzas de Alfonso en la batalla de Zalaca (23 de octubre de 1086), cerca de Badajoz.
Sin embargo, en pocos años los almorávides se convirtieron en los dueños de todos esos estados musulmanes andalusíes, unificándolos con la porción africana del imperio. Véase J. Béraud Villars: Les Tuaregs au Pays du Cid. Les invasions almoravides en Espagne aux XIe. et XIIe. siècles, Livrarie Plon, París, 1946; Jacinto Bosch Vilá: Los almorávides. Historia de Marruecos, Estudio preliminar Emilio Molina López, Editora Marroquí, Tetuán, 1956 (Universidad de Granada, Granada, 1990).
La cultura hispano-árabe-africana que nació allí se reveló extremadamente rica y creativa, a pesar de los sobresaltos políticos. La creciente debilidad del gobierno almorávide generó un nuevo período de reinos de taifas (que algunos historiadores denominan segundas taifas), el que fue un paréntesis antes de la llegada del poderoso imperio almohade a la Península.
Hacia 1125 los almohades (del ár. al-muahhidún: defensores del Tauhíd, la “Unicidad de Dios”), bereberes del Atlas Central, se levantaron en armas siguiendo la prédica de Muhammad Ibn Abdallah Ibn Tumart (1080-1130) que se proclamó Mahdí «el Bien Guiado» y reprocharon a los almorávides haber resignado los principios islámicos y ser negligentes en la lucha contra los reyes cristianos en al-Ándalus que había provocado la pérdida de importantes ciudades como Zaragoza, Tudela, Lérida, Tortosa, Cuenca, Albarracín y muchas otras. La lucha se prolongó durante 20 años, al cabo de los cuales el último sultán almorávide, Ishaq Ibn Alí, fue derrotado y muerto cerca de Orán (hoy Argelia) en 1147.
El primer califa almohade, Abd al-Mumin (1094-1163), consolidó su dominación sobre la parte africana del imperio, extendiéndolo a toda Argelia, Túnez, y parte de Libia, al este, y a Mauritania, al sur. Su sucesor, el califa Abu Ya’qub Yusuf (g. 1163-1184) cruzó el estrecho, imponiéndose con facilidad a los divididos emires almorávides en al-Ándalus, en 1165. El imperio almohade adquirió así su máxima extensión, yendo desde el Senegal hasta el Ebro y desde el Atlántico hasta Libia. Sin embargo, su talón de Aquiles era la parte peninsular, donde los ejércitos cristianos ejercían constante presión desde el norte.

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Por ineptitudes análogas a las evidenciadas oportunamente por los almorávides —por ejemplo, la incapacidad de movilizar y organizar un gran ejército afro-bereber-andalusí que pudiese erradicar la amenaza cristiana detrás de los Pirineos—, los almohades se dejaron arrinconar por sus enemigos norteños. El 16 de julio de 1212 los almohades sufrieron la primera gran derrota en las Navas de Tolosa (cerca de Jaén) y al-Ándalus se quebró en las llamadas «terceras taifas», que fueron conquistadas por los cristianos una a una: Córdoba en 1236, Valencia en 1238, Sevilla en 1248. Así, el dominio musulmán en la península estuvo a punto de sucumbir sino fuese por el paradójico y admirable surgimiento de la dinastía nazarí de Granada que sobreviviría 280 años (ver el documentoAl-Ándalus III: el sultanato de Granada (1232-1492).
Los almohades se retiraron de la península ibérica y entonces perdieron paulatinamente terreno en el resto de su imperio. En 1269, los bereberes Banu Marín, más conocidos como mariníes o benimerines, ocuparon Marrakesh y pusieron fin al califato almohade. El Magreb ingresó en un período de decadencia, sin embargo, las semillas sembradas durante dos siglos por almorávides y almohades habían fructificado allende el Sahel, y el Islam estaba en el Sudán occidental más vivo que nunca. Véase A. Huici Miranda: Historia política del imperio almohade, Tetuán, 1956-57; C.A. Julien:Histoire de l’Afrique du Nord, de la conquete arabe à 1830, Payot, 1978.

LOS FABULOSOS REINOS ISLÁMICOS DE MALÍ
Malí fue el corazón de los sucesivos imperios de Ghana, Malí y Songai, existiendo centros de comercio, aprendizaje y cultura en ciudades como Ÿenné, Timbuktú y Gao localizadas a orillas del río Níger. El reino de Ghana se fundó a comienzos de la era cristiana y llegó a su apogeo entre los años 950 y 1050; hacia 1240 desapareció de la historia. El año 977, el historiador musulmán Ibn Hauqal (fl. entre 943-977) declara lisa y llanamente : «El rey de Ghana es el hombre más rico del mundo» (Ibn Hauqal: Kitab al-masalik ua al-mamalik “Libro de los caminos y de los reinos”, traducido por M.J. de Goeje, E.J. Brill, Leiden, 1967).
El relevo de Ghana en la cúspide del poder lo tomó el imperio de los malinké (en lengua mandinga: “hombres de Malí”) que fundó la nación de Malí.

El imperio de Malí
Los príncipes tribales de Malí, que durante mucho tiempo dependieron de Ghana, habían aceptado el Islam en el siglo XI.
Según la tradición, la sequía asolaba el reino de Niani cuando su rey, más tarde llamado Musa Keita y apodado Allakoi (“Quiera Dios”), aceptó el Islam aconsejado por los almorávides; de inmediato empezó a llover copiosamente, y el soberano hizo la peregrinación a La Meca —de donde volvió con el título de sultán, en 1050— para mostrar su agradecimiento.
Bajo el legendario soberano Sundiata o Sunÿata (g. 1230-1255), los malinké terminaron de islamizar completamente el territorio. En 1235 Sunÿata enfrentó a los Sussus (uno de los pueblos malinké, de lengua mandinga como los bambara, los ÿula y los dialonké) en la épica batalla de Kirina, cantada hasta hoy por los juglares malíes. La victoria no sólo confirmó a Sunÿata como jefe de todos los malinké —pasó a llamarse Malí Ÿata (“León de Malí”)—, sino que lo hizo dueño de una vasta región que iba de la desembocadura del Senegal en el oeste hasta las orillas del Níger, y desde Walata, importante ciudad de paso para las caravanas comerciales en Mauritania, hasta las montañas del sur. El imperio de Malí basaba su economía en el comercio a través del Sáhara y en los ricos yacimientos auríferos de Wangara. En 1240, Sunÿata anexó el antiguo reino de Ghana y, al morir en 1255, sus dominios se extendían desde el Atlántico hasta la curva del Níger; desde los bosques ecuatoriales al desierto de Sáhara, incluyendo los actuales países de Senegal, Gambia, Guinea- Bissau, norte de Guinea (Conakry), mitad de Mauritania, sur de Argelia y todo Malí. Excepto su extremidad oriental que sólo sería incorporada en 1325.
Niani, en el extremo sur, Ÿené en el centro, y Timbuktú en el norte, se convirtieron en importantes centros comerciales, en especial la última, donde terminaba la ruta del desierto más frecuentada en la época. El más conocido de los sucesores de Sunÿata fue Kankan Musa (g. 1312- 1337), el «sultán de los negros», famoso entre los cronistas musulmanes —e incluso venecianos— por su legendaria riqueza y prodigalidad: fue tanto el oro que gastó y regaló en El Cairo mameluco de 1324, cuando hizo su peregrinación a La Meca, que la cotización del metal se vino abajo, siendo necesario que pasara 12 años para que recuperara su nivel normal.
Un aspecto menos folclórico pero igualmente significativo fue el número de sabios, artistas y letrados que trajo consigo de Egipto, Siria, Arabia y al- Ándalus—entre ellos el granadino as-Sahilí—, quienes contribuyeron decisivamente al desarrollo de una cultura musulmana rica en elementos locales, y a dar prestigio internacional a la recién creada madrasa o «Universidad Islámica» de Timbuktú.

El historiador inglés Thomas Hodgkin, ex director del Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Accra, Ghana, comenta en su obra monumental Nigerian Perspectives: an Historical Anthology (Londres, 1975): «Prescindiendo de los diferentes climas intelectuales creados por el Islam y el cristianismo, un estudiante de Timbuktú, del siglo XIV, se hubiese sentido perfectamente en casa en la Oxford del mismo siglo».
El viajero tangerino Ibn Battuta (1304-1377) visitó Timbuktú hacia 1352-1353, haciendo esta mención en su crónica: «En este lugar se halla la tumba del señero poeta Abu Ishaq as-Sahilí el Granadino, conocido en su patria chica por at-Tuwayyin. También está allí sepultado Siray ad-Din Ibn al-Kuwayk, comerciante muy principal y alejandrino de nación» (Ibn Battuta: A través del Islam, Alianza, Madrid, 1988, págs. 775-787).
«En Timbuktú, las principales líneas de transmisión pasaron por tres familias, la Aqit, la And-Agh-Muhammad y la al-Qadí al-Haÿÿ, surgidas en el siglo XV y que durante cientos de años destacaron por su labor docente. “En contraste con las dinastías frágiles e inestables de los gobernantes, las familias sagradas adquirieron tal poder y prestigio que se convirtieron en el verdadero armazón de la sociedad sudanesa”, declara un historiador del Sudán del Nilo. Tales familias jugarían un papel destacado en la transmisión del mensaje del Islam adonde no llegaban los príncipes muslímicos. Los más notables fueron los Saghananughu, una familia de ulamas, cuyos orígenes se remontan a la región del Níger superior en el siglo XV, desde donde viajaron durante varias generaciones a través de la sábana de Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso y Ghana, fundando a su llegada escuelas de estudios sobre el Corán, algunas de las cuales se han conservado en plena labor hasta nuestros días. Fue así como el Islam se extendió por buena parte del Africa occidental y no sólo por la región de la sábana sino penetrando también hasta las selvas meridionales; y así, los ulamas también respondieron a las necesidades de mercaderes musulmanes aislados que reclamaban una guía religiosa y a las de aldeanos gentiles que buscaban una magia más poderosa. Y, como cabía esperar, florecieron centros importantes de enseñanza islámica. Tales fueron, entre otros, los de Aussa y Harar en Adal, en el este de Africa; Ngazargamu en el centro, y Walata más al oeste. Aunque el más importantes de todos fue Timbuktú, un núcleo rural islámico desde sus comienzos y que creció literalmente con la construcción de sus mezquitas. Y el conocimiento de las ciencias islámicas echó raíces amplias y profundas. Los ulamas en ciernes estudiaron allí con la misma brillantez que en cualquier otro sitio, leyendo libros y comentarios que se utilizaban en todo el mundo islámico, desde el Muwatta de Malik Ibn Anás hasta las obras del historiador egipcio al-Suyutí y los estudios de los doctores locales. El centro del sistema educativo lo constituía el estudio de la ley y la jurisprudencia; interés que se refleja en la producción del sabio más famoso de la ciudad, Ahmad Baba (1556-1627), cuyas obras se han conservado en el Norte de Africa. Una contribución, a la vez que una participación en el fondo común de la ciencia islámica, significa la posesión de muchos libros, y Timbuktú alardeaba de grandes bibliotecas particulares que contenían centenares y hasta millares de volúmenes. Así, los libros fueron las mercancías que alcanzaron los precios más altos en el comercio del siglo XVI, buscando los eruditos los libros más raros y más voluminosos… Además, ese afán de aprender no se circunscribía a unos pocos, sino que en cierta medida parece ser que lo compartió el pueblo llano. Por aquella época, la ciudad contentaba con más de 150 escuelas del Corán; lo que supone que una buena parte de la población, cifrada en 75.000 habitantes (hoy tiene menos de 40.000), asistía al primer grado de enseñanza… el gran al-Suyutí (1445-1505) de El Cairo y al-Maghilí (m. 1504) de Tlemcén, viajaron al Sudán occidental, donde el último de ellos dejó a un hijo, que fundó la familia Kano. El prestigio intelectual de Timbuktú llegó a ser tan grande en Marruecos, que el erudito sultán Ahmad al-Mansur invitó a Ahmad Baba, el más preciado trofeo de su victoria sobre Songhai, y lo llevó a Marrakesh, donde los marroquíes acudían para escuchar sus lecciones. La más alta estima de que gozó Ahmad Baba es la expresión más tangible de los logros que la ciencia islámica obtuvo en Sudán» (Francis Robinson: El mundo islámico. Esplendor de una fe, Folio, Barcelona, 1993, págs. 98-99). Resta mencionar que bajo el soberano shonghai Muhammad I, durante el siglo XVI, la universidad de Timbuktú llegó a competir con la universidad de al-Azhar en El Cairo (cfr. E.N. Saad: Social History of Timbuktu: the Role of Muslim Scholars and Notables, Northwestern University, Illinois, 1979).

LA CIVILIZACIÓN SWAHILI
Los escritores, geógrafos e historiadores musulmanes nos han dejado numerosos documentos sobre las ciudades costeras, desde el shií irakí al- Mas’udí (m. 957) en su Muruÿ ad-dahab ua ma’adin al-ÿawahir (“Campos de oro y minas preciosas”), generalmente citado en Occidente como «Las praderas de oro» (traducida al francés en 9 tomos por Charles Barbier de Meynard y Pavet de Courteille, París, 1861-1877, y 1962), a al magrebí al-Idrisí (1099-1166) en su Kitab nuzhat al-mustaq fi ihtiraq al-afaq (“Libro del placer de quien esta poseído por el deseo de abrir horizontes”), también conocido como Kitab al-Ruÿarí (“Libro de Roger”) —las traducciones más recomendables son la española de Antonio Blásquez (Madrid, 1901) y la italiana por Michele Amari y Celestino Schiaparelli (Roma, 1883)—. Estos autores nos hablan de una costa considerada como el país de Zanÿ, es decir, «de los negros», generalmente bantúes de la región de Tanzania. E Ibn Battuta nos aclara que en Kilwa o Quiloa (Mozambique), en 1331, la mayoría de la gente son «Zanÿ de color muy negra, que tienen sajaduras en la cara» (Ibn Batutta. O. cit., pág. 348).

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Una cultura de origen shií
La historia de la civilización africana de los musulmanes swahili comienza en 695, cuando el caudillo shií Hamza de Omán llegó a la isla de Zanzíbar (zanÿ bar significa en persa “costa de los negros”) —en la actual Tanzania— con un grupo de partidarios. En 740 otros shiíes que huían de La Meca, luego de haber fracasado la revolución de Zaid Ibn Alí al-Husain Ibn Alí Abi Tali (699- 740) —cfr. Fouad El-Khoury: Las revoluciones shi’íes en el Islam (660-750), Fundación Argentino Arabe, Buenos Aires, 1983, Cap. V, págs. 109-191—, fundaron Muqdisho (italianizado Mogadiscio, la actual capital de Somalía). Hacia 834, shiíes vencidos en Basora (Basra, Irak), se instalaron en la sila de Socotra frente a Adén, y se convirtieron en prósperos comerciantes y audaces marinos.
Sin embargo, la migración más decisiva sería la de 975, cuando Alí Ibn Sultan al-Hasan, príncipe de la ciudad iraní de Shiraz, con un grupo de seguidores — perseguidos por su confesión shií— y siete navíos llegaron a la región y fundaron los puertos de Kilwa (975) en Mozambique, Manisa o Mombasa (978) en Kenia, Sofala (980) en Mozambique, Pemba (980) en tanzania, Malindi (990) y Lamu (1005) en Kenia y Mozambique (1080). Sus descendientes —y por extensión toda la población mestiza negro-arabopersa de la costa— fueron conocidos como los «shirazis», denominación genérica que se mantuvo hasta nuestros días.
Cerca de Malindi, de donde partió la flota de Vasco da Gama (1469-1524) en su etapa final a la India en 1498 guiada por el coaccionado navegante musulmán Ibn Maÿid al-Naÿdí (1437?-1501?), floreció una legendaria ciudad musulmana llamada Guedi —sus ruinas subsisten todavía— con hermosas mezquitas, palacios, casas de varias plantas, jardines y tumbas de estilo persa y una enorme muralla de seis metros de altura que la rodeaba enteramente.

Una sociedad plural en las antípodas del racismo europeo
Tantos los árabes como los persas blancos se mezclaron totalmente con los pueblos negros somalíes y bantúes de la costa. El mestizaje entre poblaciones africanas y asiáticas bajo la bandera del Islam dio nacimiento a una lengua específica, el swahili (de sáhil, plural de sawahili, la “costa” en árabe), escrita en caracteres árabes a partir del siglo XVI —con una base gramátical bantú y más de 40% de su léxico tomado del árabe y en parte del persa—. Este dinámico idioma daría comunidad cultural a todo el litoral entre Mogadiscio y Sofala —y una extensa franja interior— facilitando a sus poblaciones el acceso a la civilización islámica sin perder su identidad africana, y, además, el conocimiento de los mercados adecuados para ubicar los productos regionales allende el Indico. En la actualidad, el swahili, escrito en alfabeto latino, es la lingua franca de todo el Africa oriental y se enseña en Kenia, Tanzania y Uganda.
Esta integración superlativa logró establecer un activo intercambio directo con Arabia, Persia, India, Siam y China. En 1415, por ejemplo, una embajada de Malindi regresó al Zanÿ escoltada por la flota de sesenta juncos gigantescos del primer almirante del imperio Ming, el musulmán Zheng He (1371-1435).
«Cuando los portugueses llegaron al Zandj en camino hacia la India, en 1498, quedaron profundamente impresionados por el tamaño y la limpieza de las ciudades, la calidad de las casas y el lujoso buen gusto con que eran decoradas, también por la belleza y elegancia de las mujeres, que participaban de la vida social. Sin embargo, dado que su interés primordial era el comercio con la India y luego el monopolio del tráfico mercantil, los lusitanos vieron en las ciudades zandj temibles competidores que debían ser eliminados: en 1500 atacaron y destruyeron Mozambique, y continuaron su obra con tal saña que, en medio siglo, habían destruído todas las ciudades de la costa oriental. Su objetivo era transferir todo ese activo comercio hacia las factorías que crearon. Pero no sólo no lo consiguieron, sino que su presencia significó un enorme retroceso económico y cultural para los pueblos afectados» (Guía del Tercer Mundo 91/92 dirigida por Roberto Remo Bissio, Instituto del Tercer Mundo, Montevideo, 1991, pág. 590).
Las expediciones de los zanÿ hacia el interior del continente negro para procurarse oro, marfil, hierro y maderas preciosas fueron conocidas como safaris (del árabe safar, “viaje”). La civilización swahili tuvo un fluido y rico intercambio con el reino de Monomotapa o civilización del Gran Zimbabwe (la palabra zimbabwe significa “la gran casa de piedra”, alusiva al palacio real construido enteramente en piedra), localizado en las actuales repúblicas de Zambia y Zimbabwe.
La civilización musulmana swahili tuvo su último esplendor en el siglo XIX con dirigentes como Sa’id Ibn Sultan (1791-1856), sultán de Muscat, Omán y Zanzíbar, y el comerciante Muhamamd bin Hamid llamado «Tipu Tib» (1837- 1905).

El declive de la civilización del Islam occidental, desde al-Ándalus (siglo XV) a la costa swahili (siglo XVI), pasando por el Sudán oriental y occidental (siglo XIX), que durante siglos había constituido una barrera casi insalvable entre Europa y Africa, permitió el acceso al continente negro para los europeos y la posterior depredación de sus inmensas riquezas y la sistemática aniquilación de sus culturas y pueblos milenarios. Por esta razón, Africa, hoy día, es el continente más pobre, con menos recursos y con la mayor tasa de mortalidad del planeta.

Bibliografía consultada
Bouvat, C.:L’Islam dans l’Afrique nègre. La civilization swahili, Revue du Monde musulman, 2 (5-7-10-27), París, 1907.
Duyvendak. X.J.L.: China’s discovery of Africa, Probsthain, Londres, 1949.
Freeman-Granville, G.S.P.: The East African Coast, Clarendom Press, Oxford, 1962.
Ingham, U.: A history of East Africa, Longsman, Londres, 1962.
Islamic Merchants-Cities of Africa, The Times, Londres, 26 de junio, 1951. Ki-Zerbo, Joseph: Historia del Africa negra, 2 vols., Alianza, Madrid, 1980 .
R.H. Shamsuddín Elía
Profesor del Instituto Argentino
de Cultura Islámica

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