El amor en la Ética Islámica

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El amor de Dios como la razón más sublime para la creación

El concepto del amor es uno de los más importantes dentro de la filosofía, teología, misticismo y ética islámica; ciertamente que en algunos aspectos, representa el papel más crucial. Por ejemplo, al definir el punto de vista islámico de la relación entre Dios y todo el Universo en general, y entre Dios y la humanidad en particular, el amor ocupa el lugar más significativo. En este capítulo, mi interés principal es explicar el lugar del amor en la ética islámica, pero antes tengo que hablar sobre el concepto del amor en toda la cosmovisión islámica.

En sus inicios, en el Kalam (Teología Islámica), se dio un debate acalorado sobre el propósito de las creaciones y actos de Dios. Algunos teólogos pensaron que la atribución de la razón o el propósito de Sus acciones llevaban a la presunción de que Dios necesitaba de Sus criaturas y que las creaba para llenar algunas necesidades, tal como un ser humano que, por así decirlo, trabaja para ganar dinero, o que estudia para aprender. Sin embargo, la visión dominante, especialmente entre aquellos que han tenido un alcance más racionalista, siempre ha sido que Dios es el Sabio (Hakim), por lo tanto, todo lo que hace es con algún propósito exacta y cuidadosamente pre-estudiado. Él nunca hace algo arbitrariamente o en vano. Se afirma en el Corán que «¿Pensáis que os hemos creado en vano…?» (23: 115)

Por supuesto, es claro que Dios Mismo no gana nada de Sus criaturas, ni de Sus actos de creación, no solamente porque Él está completamente libre de cualquier clase de necesidad, sino también porque es lógicamente imposible que un efecto dado tenga un tipo de influencia en su causa existencial. Cualquiera que sea el efecto, se recibe de la causa y sería un círculo vicioso pensarlo de otra manera. Dios no ha creado el universo para ganar algún beneficio para Sí mismo, sino para dar beneficios. Un poema persa muy popular dice: “No he creado el mundo para ganar beneficios, he creado el mundo para mostrarle a la gente mi generosidad.”

Existe un dicho divino (hadiz qudsi) famoso el cual puede probablemente encontrarse en todos los libros escritos acerca del objetivo de la creación en el Islam. Según este hadiz, Dios dice: “Yo era un tesoro escondido; quise ser conocido. De aquí que he creado el mundo para que me conozcan”.[1] El término original árabe para “amor” se deriva de la raíz hubb, lo cual significa gustar de algo, o amar. Hubb es un concepto general que puede ser aplicado a cosas sencillas, como la preferencia que se tiene por algún tipo de comida, lo cual en español puede ser traducido como “gusto”. O puede referirse a las cosas más importantes en la vida de uno, tales como el intenso deseo por una persona o un ideal, al punto de que inclusive uno puede estar listo para ser destruido por complacer al ser amado o por asegurar el ideal. Hubb, en tales casos, puede ser traducido como “amor”. Hay otro término en la cultura islámica que algunas veces se usa en árabe y más comúnmente en persa para manifestar el amor intenso, ‘ishq. También está la palabra wudd que significa principalmente amistad y afecto.

Así, surge una pregunta: ¿Por qué a Dios le gusta ser conocido? Realmente Dios no tiene deseo de fama. El propósito de Su gusto por ser conocido es entendible considerando el hecho de que Dios es Sabio, Compasivo y Omnipotente. Él crea el universo, y particularmente a los seres humanos, para darles la gracia y perfección máxima que son capaces de recibir. Por supuesto, la perfección de cualquier clase de ser es determinada por el grado de su afinidad y cercanía con Dios, y los factores más importantes en esto son el amor de Dios, y antes de eso, el conocimiento de Dios, ya que no puede haber amor sin conocerse al sujeto amado.

[1] Maylesi, 1983, Vol. 87, p. 344.

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