El amor como base de la ética cristiana

separador-01-01

Mateo informa que Jesús dijo, en el Sermón del Monte, que él no había venido a destruir la ley de los profetas sino a cumplirla:

“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo, 5: 17-20)

En Lucas 16: 17, encontramos:

“Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.”

De esta forma, cuando Jesús es considerado como un maestro de ética, es claro que fue más un reformador de la tradición hebrea que un innovador radical. La tradición hebrea tenía una tendencia a hacer gran énfasis conforme a la letra de la ley; el Evangelio muestra a Jesús como un predicador en contra de esta “rectitud de los escribas y los Fariseos”, desafiando al espíritu más que a la letra de la ley. Jesús estaba preparado para pasar por alto las obligaciones del sábado, si era necesario. Él dijo: “El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado.” (Marcos, 2: 27) Similarmente Pablo pudo comer alimento fuera Kosher o no, dependiendo de si, en la situación dada, era edificante para otros. (1 Cor. 10: 23-26)

Como explicaré con más detalle mas adelante, Jesús introdujo el espíritu de la ley, del cual “depende toda la ley y los profetas.” (Mateo, 22:40) como un espíritu de amor por Dios y por nuestro prójimo. Y puesto que obviamente él no estaba proponiendo que se descartaran las antiguas enseñanzas de “los profetas”, no vio la necesidad de desarrollar un sistema ético exhaustivo. Para el Cristianismo la moralidad sigue siendo un asunto de revelación y descubrimiento. El Cristianismo, por lo tanto, nunca rompió con la concepción judía de la moralidad, como un asunto de la ley divina para ser descubierta leyendo e interpretando la palabra de Dios como fue revelada en las escrituras. De esta forma, parece que no hay conflicto entre la posición de Jesús en Mateo 5: 17-20 y Lucas 16: 17 y el énfasis del resto del Evangelio y las cartas de Pablo sobre el espíritu de la ley.

Por lo tanto, creo que el énfasis de Jesús en el amor de Dios y el amor al prójimo como los dos mandamientos principales no debe considerarse como un rechazo de la ley y de la necesidad de ser obediente a ella. Ciertamente, lo que parece que sugiere Jesús es que su pueblo debe cumplir todos los requerimientos legales, pero al mismo tiempo deben comprender que el punto central de todo esto y la única forma de alcanzar una verdadera piedad es amando a Dios y al prójimo. Conforme a la ley debe hacerse incondicionalmente y no superficialmente o solo como un asunto de formalidad. Como lo ha sugerido San Francisco de Sales,[1] algunos creen que la perfección consiste en la vida austera; otros creen que la perfección consiste en la oración; otros en cumplir los Sacramentos; otros en dar la caridad. Pero, dice él, se engañan ellos mismos. La perfección consiste en amar a Dios con todo nuestro corazón. Una persona que ama a Dios nunca hace nada en contra de Su voluntad y nunca omite hacer algo que le complace a Dios. Por esto San Agustín dijo: “Ama a Dios y haz lo que te plazca”. Por lo tanto, no existe contradicción entre la centralidad del amor y la obediencia a la ley.

El Cristianismo recibió los primeros mandamientos de su moralidad a partir del Antiguo Testamento.[2] En Marcos 12: 28-31 se encuentra una historia muy importante:

“Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que le había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?

Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.

Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.

Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.”

Una historia similar se puede hallar en Mateo 22: 34-40 con la frase final “de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” En Lucas 20: 39-40 la historia finaliza con una pregunta y respuesta diferente. En Lucas 10: 25-28 se dice que:

“Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: “Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?

Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?

Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.

Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás”.

Habiendo reflexionado sobre estos pasajes del Evangelio y su relación con las partes relevantes del Antiguo Testamento, encontramos que Jesús, en respuesta a la pregunta hecha por los escribas, citó dos pasajes diferentes de las escrituras hebreas los cuales eran familiares para quienes lo escuchaban. Los colocó juntos como dos lados de la misma moneda. Él mencionó el mandamiento del amor por el prójimo junto con el mandamiento del amor hacia Dios, al nivel del mayor mandamiento y el más elevado, el mandamiento de amar a Dios.[3] Esas dos partes del Antiguo Testamento son:

“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.

Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” (Deut. 6: 4-5)

“No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado.

No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.” (Levítico 19: 17-18).

[1] MacNamara, 1989, p.11.

[2] Se debe tener en cuenta que, a pesar del hecho de que la ética cristiana está arraigada en el Antiguo Testamento y Jesús en principio fue leal a la tradición hebrea con respecto al amor, no hay mucho énfasis en la noción de amor, sea del lado Divino o del lado humano, en el Antiguo Testamento. Se ha sugerido que (T. Barrosse, 1968, pp. 1043, 1044) la Biblia Hebrea prefiere usar otras nociones, tales como la unión leal, la fidelidad, la ternura y el favor activo para describir la relación de Dios con el hombre. Por otro lado, la relación de los israelitas con Dios (Yahvé) está descrita por nociones tales como el temor, el servicio y la unión leal. En ambos casos, ocasionalmente se habla del amor. El amor por el prójimo como un deber religioso aparece solamente tres veces en toda la Biblia. En el Nuevo Testamento, el amor representa una noción central acerca de las relaciones Divino-humana. La noción del pacto da lugar a la de la paternidad.

[3] Pablo reduce toda la ley a amar al prójimo. Dice: “El que ama al prójimo, ha cumplido la ley, porque “No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás”, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”. (Romanos, 13: 8-10).

“Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Gal, 5: 14).

separador-01-01